lunes, 21 de abril de 2008

EL FORMATO BLOG


Es este del blog un formato que me trae algunas veces de cabeza pues me impone unos límites que por prudencia no debo sobrepasar. En el diario oscuro yo escribía sin nadie que me hurgara en la cabeza, eran mis propias manías y mis obsesiones las que me llevaban la mano y las ideas por donde les daba la gana. El blog marca otra inevitable variante: puede haber personas al otro lado de la ventana, me pueden mirar, de alguna manera, yo aguardo respuesta en forma de lectura o comentario. Y el subconsciente alumbra, aunque sea en la honda alcoba y de manera poco reconocible.
Los otros son mi límite, sin ellos no soy nada pero ellos me retienen, me reprimen, me recortan las alas. O me las agrandan que lo mismo da. Sé que hay momentos en los que debo estar callado y otros en los que es preciso que me manifieste. Y eso que sigo teniendo un propósito simple en esta ventana que me confieso a veces: rescatar un ratito cada día del discurrir sin tino y sin medida de todo lo que sigue suscitando la vida, elevar cualquier cosa a consideración y no solo a descripción . Eso me basta y no hay más intención en estas líneas. No me parece poco.
Con frecuencia me pregunto si los demás tienen alguna obligación de soportar mis ánimos, mis fobias y mis filias, mis comentarios hondos o banales sobre cualquier materia. Y entonces me contengo y soy menos explícito, mando al cesto de los papeles aquello que me araña, o me repito tonto y desvalido sobre los mismos surcos
Hoy mismo sobrevivo sobre un pequeño fracaso que me afecta y sobre todo afecta a una persona querida, queridísima por mí. ¿Tengo derecho a desgranar aquí todos los detalles del asunto, o no debo siquiera ni nombrarlo? Y yo no soy distinto a otras personas. Todas tienen sus cuitas, sus achaques, sus penas en los hombros. Y añado otra variable no menos importante: muchos de esos achaques son más fuertes que los que a mí me afectan. ¿Qué debo hacer entonces si creo en la justicia como una realidad comparativa? No me asisten derechos de quejarme. Tendría que levantar mi cara al cielo y estallar jubiloso, dar gracias a la vida por tanta cosa buena, bailar por sevillanas en este abril lluvioso, cantar hasta dejarme la voz en el empeño. Pero entonces sería un dios menor, crecido y ampuloso, exagerado y largo, presuntuoso y bobo.
No es fácil, lo confieso, moverse en la distancia prudencial y precisa. Para mí y para cualquiera que se acerque a compartir un rato con estas líneas pobres. Sé que si he de pasarme tendría que hacerlo por el camino de la sinceridad; lo contrario caería como chozo de escobas en un día de aire. Pero sé también que yo mismo me recato y me encierro, dejo ver la mitad de la realidad muchas veces, y con ello doy pie a la imaginación en todas direcciones, y al equívoco, y a la conjetura. Y nunca me he planteado el blog como una cosa exclusivamente literaria, aunque lo sea en parte. Quiero decir que todo responde siempre a algún fondo de verdad mental, que hay pose literaria hasta donde debe haberla pero no más allá. Aquella afirmación de Pessoa del “poeta como perfecto fingidor” es verdadero, pero soy un poeta y un creador ocasional, de fin de semana, de ratos perdidos, y no aspiro a ningún premio por ello.
No me resulta fácil siempre la libertad medida del blog en el que escribo. Disculpad el desahogo.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Sigue fluyendo como el rió de la foto