No lo tengo tan claro. “La sinceridad brutal debe ser el esqueleto de todo libro de memorias”, decía Félix Grande en una entrevista que le concedía a José Luis Morante hace algunos años. Me suena bien el son pero no sé si no termina por ser eso precisamente lo menos sincero. Naturalmente, mentir o fingir no cabe en un texto que quiere dar testimonio de la forma personal de vivir el tiempo y el espacio por parte de una persona concreta. Pero, ¿qué es realmente la vida de una persona? ¿No son también, y sobre todo, dudas, idas y venidas, contratiempos, medias vistas, silencios buscados u obligados, acciones con freno y marcha atrás, equivocaciones y pequeños aciertos, adulaciones y rabietas, envidiejas y vanidades…?
La vida, por esencia, es claroscuro y tal vez la mayor sinceridad sea precisamente el claroscuro en el discurso. No el claroscuro buscado y calculado, claro, que entonces nos desviamos precisamente de la sinceridad, sino el natural, el que nos deja al ser del creador a la intemperie, asustado y confuso, radiante por el ritmo de la vida y a la vez angustiado por el mismo hecho.
Sigo pensando que realmente lo que me interesa siempre en la creación es aquello que se sustenta en la coherencia y en el sentido común, aquello que se puede entender como procedente de un ser que rema cada día en medio de las olas, que tiene su solaz y su descansito también, que cotiza y se enfada, que ríe y se enternece. Estoy seguro de que se nota enseguida y de que no se puede sostener el texto abierto en cuanto no se mantiene la coherencia y el sustento vital del que ha creado. ¿Hay mayor sinceridad que la de reconocerse uno más, perdido y encontrado algunos ratos, anhelante de luz pero casi siempre al borde del peligro de la noche?
Me sobra la calificación de “brutal” porque me suena a pose. Y, si no, a redundante. No quiero los recuerdos del que aspira a quedarse como ser especial por desmesura. Acaso luego rasco y no encuentro sustancia.
De modo que ¡cuidado! Me quedo con el resto. Sinceridad tranquila, no esnobismo en tragedia ni en tono de arco iris. Por cierto, Félix Grande me parece un tipo de los buenos. Estoy poniendo pegas a algo en lo que seguramente estemos de acuerdo. Vale.
Una forma magnífica de expresar mi memoria es el rato que rescato del olvido intentando algunas líneas. Porque esos ratos ahondan mi experiencia personal, me incardinan en la vida, me hacen ser de otra forma, me amplían la mirada o la condensan en un punto más fijo. Y qué curioso es todo: con esas líneas me voy de la realidad más inmediata y más mostrenca, desfiguro los pesos y medidas, o al menos las engarzo para extraer consecuencias. Quiero decir con ello que intento no quedarme en la mera descripción de los hechos: eso sí que sería mostrenco e insípido para mí como creador y como receptor de la creación.
En fin que dejo en mis memorias, en esta cita diaria conmigo mismo para rescatar un ratito del olvido y de la miseria misma, una línea desdibujada de pequeños puntitos que son mi realidad, también mi otra realidad, la realidad en la que fijo mi mirada. Espero ser sencillamente sincero, pero sin estridencias. Demasiados desnudos dejo ya en este álbum de fotos.
viernes, 13 de marzo de 2009
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1 comentario:
Tranquilo,tus desnudos son como poco muy interesantes, es más para mi gusto incluso mejoras...
BESOTES
gb
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