miércoles, 18 de marzo de 2009

DE BAJA LABORAL

Leo hoy mismo en una publicación lo siguiente: “1,3 millones de trabajadores falta al trabajo a diario.” El dato aparece en un medio muy conservador y enseguida me dan ganas de poner la noticia en cuarentena, pero es que la fuente es el INE y, entonces, por mucho que se sesguen las cosas y por muy aviesas intenciones que se tengan, el dato es el que es o poco menos.

Hace algún tiempo escribí en un diario provincial algo que se semejaba a una crítica acerca de la flojera con la que se actuaba en algún centro de trabajo, en lo que a la asistencia al trabajo se refiere. Aunque no se nombraba, los interesados se dieron cuenta enseguida y algunos se disgustaron. Tengo que decir que otros me felicitaron porque opinaban que no decía más que la verdad. Gajes del oficio cuando se atreve uno a pensar en voz alta. En cuanto pasaron unas semanas y se serenó todo, me di cuenta y casi todos nos dimos cuenta de que, en realidad, había sido demasiado benevolente con las opiniones que había vertido en aquellas líneas. Y, cuando vuelvo a su recuerdo, cada vez me reafirmo en la idea de que tendría que haber escrito lo mismo todas las semanas.

Igual que hay explotadores que no ponen medida con tal de obtener beneficios y todo es bueno para el convento según sus intereses, existen trabajadores que se conocen al dedillo el convenio y se lo aplican sacándole jugo hasta la última gota y siempre poniendo el vaso para recoger el líquido. Y cuanto más exigente se tiene que ser con unos tanto más exigentes hay que ser con los otros.

Generalizar siempre es injusto, y, en este asunto, lo es más: edades, dolores, tipos de trabajos, cargas familiares… También es verdad que el empresario casi siempre sale a la carrera de la vida en mejores condiciones. Pero todo eso no impide por parte de todos tener una visión un poco amplia y panorámica, que nos haga mirar un poco más allá de nuestras narices y que nos empuje a darles a nuestros actos un tinte social y colectivo.

Me dedico a eso que llaman función pública, pero no me duelen prendas al decir que tengo la sensación de que es en este sector en el que se producen los mayores atropellos. Conozco ejemplos -y no precisamente en mi centro de trabajo- sencillamente escandalosos y que me parecen un robo manifiesto. Digo robo en el sentido literal, no figurado, pues eso considero al hecho de faltar semanas, meses y hasta años enteros sin justificación lógica. Me considero estafado por estos cacos pues sus bajas me suponen descuentos que querría ver empleados en otros menesteres.

Cuando a algunos de esos aludidos los veo de paseo y tan contentos por la calle, de compras o de fiesta, me pongo de los nervios. A su lado caminan otros tantos con dificultades reales, que mendigan un puesto de trabajo y nadie se lo ofrece. Y, si llega el caso (también conozco ejemplos), se hinchan en el pecho y empiezan a echar pestes sobre la situación general y contra el gobierno de turno.

¿Quién controla a los médicos que firman bajas a gogó, que alargan esas bajas con una simple frase del enfermo asegurando lastimeramente que no se encuentra bien?
Sé que sería muy injusto si usara el mismo patrón para todos los casos. Sé que la comunidad tiene que ocuparse precisamente de sus miembros más necesitados. Pero de los necesitados, no de los listillos de turno, que se conocen la letra menuda del convenio y que siempre pertenecen al sindicato “ario”, aquel que se ocupa exclusivamente del horario y del salario.

También entre los empleados necesitamos gente con mirada larga, con sentido social y con un poquito menos de egoísmo. Tampoco para esta variable me sirve este sistema social en el que nos movemos. Vuelvo a aquella máxima de “ofrecer a la comunidad al menos lo que esta te ofrece” y no me parece mal del todo. Pero esto es otra historia, y aquí no le mete mano al sistema nadie. Qué le vamos a hacer. Ni con la crisis.

Tengo que repasar mi trayectoria por si me tengo que aplicar el cuento. La verdad es que, a día de hoy, no me remuerde demasiado la conciencia.

2 comentarios:

Sinda dijo...

Amén a todo, Antonio; aunque tu última frase no signifique mucho, pues a los que faltan meses y cursos enteros tampoco les remuerde demasiado (nada) la conciencia.
(¿Acaso les remuerde a los que no pagan ni sus trajes, ni sus coches, ni sus amantes...?)

mojadopapel dijo...

No se trata de que remuerda la conciencia, pienso que cuando eso ocurre existe algo no bien hecho, insolidario.....la conciencia, ese mecanismo que nos alerta de una acción injusta...que coñazo, la conciencia...mientras exista la conciencia hay esperanza..que gilipollas soy.