lunes, 30 de marzo de 2009

ESCRIBIR SIN ESCRIBIR IV

Pienso en la importancia que tiene cada uno de los elementos con los que me enfrento a la hora de describir o de manipular el concepto de primavera. Y quiero ser yo mismo el que ocupe buena parte de esa importancia. Pero me quedan dudas.

Desde luego, la primavera no es tan visible en mí como en los otros elementos. Es verdad que algún ánimo más se me hace público, que acaso el deseo de hacer cosas, a pesar de lo que hay, se endereza un poco más. Pero ni comparación con lo que les sucede a las plantas y a los elementos minerales. Miro a la sierra y todo se transforma en ella. Sus nieves ya son menos, sus oscuros colores se van tornando lentamente más claros y floridos, la claridad del sol lo hace todo más nítido… Del valle ya ni cuento, pues todo se disfraza de verdura, de flores y de apuntes de los primeros frutos. Y no son solo trajes de más o menos moda. Es que afecta a la esencia. ¿O es lo mismo una flor en primavera que en otoño? En otoño ni es. ¿Y un cerezo en abril que en el mes de noviembre? ¡Es todo tan distinto!

En todo caso, la primavera es tiempo de lo efímero, es época en la que un día desdice al siguiente y una imagen se agota en una tarde. Hay ramas que se mueven al compás de unas horas, hay castaños pelados y con brotes visibles a la mañana siguiente, el campo adquiere tonos que se hacen más intensos en tiempos muy breves.
Yo no observo ese cambio tan visible en mí mismo. Tal vez por eso pienso que la primavera no me pertenece tanto como a los demás elementos.

Porque si yo derivo el concepto de primavera hacia la idea de renovación y aparición de empuje anímico, entonces sí es posible que la primavera venga a nacer y a morir muchas veces en todos los seres, incluso en los que se noten más secos y caducos. Y que lo haga sin atender a tantas alharacas como presenta la primavera meteorológica: “Mi corazón espera, también hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.”

Así que no sé si despegarme y dar camino más ancho a los demás elementos o qué leches hacer. Si así lo hiciera, sin duda la primavera parecería literariamente más florida; de la otra forma, tendría un sesgo más íntimo y conceptual.

Porque, a estas alturas de la duda, ¿qué es realmente la primavera? ¿Sobre qué elemento tengo que actuar? Tendré que volver a recomponer todo esto formal y conceptualmente.

Pero eso hoy no…. Mañana.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Jo Antonio si lo que pretendes es captar nuestra atención ...lo estas consiguiendo puñetero.

Jesús Majada dijo...

Creo que no estás solo. Acabo de ver, pendiente, a Mojadopapel. Y estoy seguro de que somos varios más los dispuestos a darte un empujón; mejor, los que necesitamos darte un empujón y echarte fuera de esa duda giratoria. Aunque -por otra parte- la dulce tontuna del mareo me adormece, me afloja y me invita a prolongar sine die esta divagación en tiovivo primaveral. Hasta mañana…