Hoy me ha ofrecido una variable importante esta Salamanca de mis tardes lentas. Además de mis pasillos y de mis besos, de nuestros parlamentos y de nuestras constataciones de lo que va pasando, de la presencia gozosa de Joaqui y José Antonio, a los que hacía mucho que no veía, se me invitó a asistir a una conferencia que impartía el doctor Joaquín Fuster. Es un neurólogo y psiquiatra catalán, profesor en la UCLA de California y autoridad mundial en las materias que tienen que ver con la neurología y el cerebro. Quería ofrecer una visión del proceso que sufre el cerebro en la degeneración que termina produciendo el mal del alzheimer.
Dejando de lado toda la parafernalia que conlleva un personaje de este nivel, algo que cada día me interesa menos y tengo la impresión de que al personaje tampoco le interesa nada-solo los políticos y los medios de comunicación parecen andar a la foto de turno-, la exposición vino a poner de manifiesto varias cosas fundamentales. La primera para mí es el deslumbramiento que se produce en cuanto uno abre a los ojos la película del cerebro. Qué obra de ingeniería tan espectacular. Esa extrañeza abre inmediatamente la pregunta sobre su formación hasta dejar a cualquiera sin palabra y hasta sin aliento, aunque solo sea para intentar imaginar una respuesta aproximada. La segunda es la de la compartimentación de espacios en ese motor tan fantástico, esos espacios en los que parece que se almacenan cada una de nuestras cualidades, por más que el profesor aseguraba la interconexión entre ellas. Una más -y no menos extraordinaria- es la de la jerarquización, de abajo hacia arriba, desde lo que son simples sensaciones hasta lo que se termina por convertir en ideas abstractas, lo períodos en la vida en los que se van consiguiendo esos estratos y el comienzo de la pérdida de los mismos en sentido descendente.
Según él -esto parece fácil de asimilar y de imaginar-, los enfermos de alzheimer tienen la desgracia de perder esa jerarquía y empiezan a perderla no comenzando por la parte superior sino por la parte inferior del cerebro y, además, a una velocidad mayor.
¿Y quién se mete a hurgar en el interior de esa máquina tan compleja? Por eso andamos a tientas, con avances lentos e inseguros y acudiendo a remedios bastante caseros y manuales: ejercicio físico, ejercicios de memoria, dieta equilibrada, colesterol, obesidad… En fin, eso que sirve para casi todo. Se citan fármacos relativamente útiles, pero muy relativamente.
A la conferencia habían acudido profesionales de todo tipo, pero también familiares de enfermos. Lleno hasta la bandera. Espero que cada uno saliera de allí con alguna idea positiva y con un poco de consuelo. No es fácil.
En sus respectivos módulos seguían los enfermos al amparo de sus cuidadoras, de sus enfermeras y de sus médicos. También algunos familiares volvimos a estar un poquito más con ellos, mientras se hacía la noche más intensa.
Hay una variable que sirve para todas las enfermedades; es la del cariño y la del afecto. Ahí tenemos que estar todos con todos. Creo que en aquel centro se prodigan tanto el afecto como el cariño. Lo demás aún camina en la nebulosa y en los trabajos del laboratorio.
jueves, 26 de marzo de 2009
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2 comentarios:
Pues a mí me entra mala leche al pensar que se gastan más dinero en el estudio del cosmos que en nuestro propio organismo.
Hace poco me llamó la atención que un presidente del gobierno (Obama para más señas) dijese que su programa incluiría mayores recursos para el estudio contra el cáncer.
A ver si es verdad, y se dejan de tanto cohetito!
(Un beso)
Esas variables difíciles de cuantificar… Esas son las que algunos creemos las más importantes. Aunque sabemos que es difícil de demostrar… Mientras tanto tengamos confianza y sigamos ofreciendo cariño, ternura, afecto, amor… Sigamos en ello amigo.
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