Creo que cada día de la semana tiene un ritmo distinto y una manera de medir el tiempo muy diferente, e incluso ese mismo período tiene su propia medida según la estación y el año en el que uno se encuentre. Lo he dicho más veces y, a estas alturas, no anda uno como para cambiar teorías o experiencias; o sí, pero es que acaso le sigan saliendo las mismas cuentas de resultados: la medida del tiempo es tal vez lo único que el ser humano trae a la vida. Se trata de una ilusión vaga y difusa que lo mismo te sirve para un roto que para un descosido, que lo mismo te tapa una pena que te desata una alegría, que te anima o te deja hundido en el lodazal.
A mí un lunes, en la situación actual, me pone en velocidad de crucero para los días laborales, e incluso me suele resultar más productivo que otros días de la semana. Cuando me quiero dar cuenta, me he espabilado mis clases, he leído un par de horas, si viene al caso he realizado algún mandado, he comido, he descansado un rato recogido en mi sillón, he repasado la prensa para mi fastidio y me he parado, como ahora, ha dejar unas líneas en este blog-diario. A eso de media tarde, no me parece mal.
Pero, a partir de media tarde, el ritmo se me descabala pues no siempre tengo claro qué es lo que tengo que hacer. Y mis actividades se diversifican acelerándose o recogiendo velas como vuelta a la calma.
Hoy me aguarda más lectura, tengo una reunión pendiente para empezar a desarrollar un proyecto, le debo siempre a Nena un rato de paseo, debería intentar el desarrollo literario de un par de bocetos de poema, no me perderé el programa de la 6ª El Intermedio y, a partir de ahí, alguna tarea de la casa, puede volver la lectura, alguna llamada a mi familia, o acaso un ratito de radio o de televisión.
Si comparo este día concreto con cualquiera que me imagino en vacaciones, solo encuentro paralelo en la lectura y acaso un poco en la escritura, y, por supuesto, a ritmos diferentes.
Cuando a este cuadro le introduzco la variable de la edad, entonces el marcador de la velocidad y el reloj se vuelven locos y todo anda manga por hombro. Si los períodos que considero son más largos que una jornada, el que se vuelve tarumba soy yo.
Esta experiencia de comparación cada vez que la realizo me resulta más apasionante y menos lógica. Ya he dicho muchas veces, en plan semiserio, que no quiero que me paguen de nuevo pues eso significa que ha llegado otro fin de mes y que se ha ido al limbo de la nada un período que nunca va a regresar.
Es el tiempo canalla que me atrapa en sus redes, que me teje y desteje, que me programa y que me sostiene en estas coordenadas de la vida. Y eso siendo mentira, que si fuera verdad…
lunes, 23 de marzo de 2009
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1 comentario:
El tiempo es una ilusión, una medida de nuestra vida, si quisieramos detenerlo significaría la muerte.
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