viernes, 23 de mayo de 2008

TARDES DE HOSPITAL

Allí la muerte pasa en ambulancias de todos los colores, sin tocar las sirenas pues es su territorio, como quien juega al tute o al mus una tarde cualquiera.
Espacio cada vez más mis viajes a Salamanca y casi siempre me acerco hasta allí por motivos poco saludables. Esta tarde tocó seguir a la ambulancia donde iba tumbado Ángel, con su flojera a cuestas que no le permitía tenerse en pie. Todos pensábamos en algo psicológico y allí anidaba algo más que bien a punto ha estado de convertirse en una obstrucción sanguínea definitiva. El hombre anda que lo tira todo porque no puede mantenerlo en pie y se ha quedado imbécil, o sea, sin apoyo de nada, y se ha escondido en sí mismo como no queriendo salir para nada. Y es que no es sencillo buscarle alicientes a la vida en ciertos contextos.
Y allí pruebas y pruebas mientras nosotros esperábamos al lado de un murmullo de personas, todas acongojadas en urgencias, con los mismos motivos de preocupación y de espera. Al fin parece que no era demasiado y que todo quedará en un susto recuperable con unos días de ingreso en el ambulatorio-hospital de Béjar.
En aquellos recintos la muerte se sienta al lado de la vida, son familiares íntimos, se saludan como si nada, se intercambian regalos, se prestan ayuda y compañía. La muerte es tan real como la vida misma, la exacta continuación de la vida, el ratito posterior al gozo de cualquier momento, la continuación, sin espacios intermedios, de cualquier ocurrencia, el punto y seguido de cualquier palabra, la urdimbre del mismo tejido, el traje que contacta con la misma piel.
Supongo que los que allí trabajan tendrán la piel curtida con las dos caras de la vida y de la muerte. Es mejor que así sea.
Y fuera era la tarde, los cielos nublados de este mayo lluvioso, y dentro eran las caras preocupadas, y fuera eran los coches y los verdes, y dentro eran los seres desvalidos, y fuera era la vida, y dentro era también la vida. Otra vida, la misma vida.
La noche estaba en Béjar y en su hermoso silencio por las calles, y en la planta cuarta del su hospital, donde la vida sigue trampeando con la muerte.

1 comentario:

antonio dijo...

En estos casos poco pueden las palabras. Un abrazo entrañable para Nena; para vosotros dos; para todos los que queréis a Angel.