viernes, 16 de mayo de 2008

EN EL BUEN SENTIDO DE LA PALABRA, BUENO

“Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”. Palabras del maestro, que quieren definirlo y definirse. He pensado muchas veces en su verdadero significado, en qué pensaba su autor cuando las escribió. En realidad me interesan para mi vida, para mis propios actos. Y quiero subrayarlas y firmarlas, ponerlas en el frontis de mis actividades. Porque bueno se escribe con bondad, con deseos de arreglar los tuertos continuos que presenta la vida, los malos entendidos, las interpretaciones tan diversas. En esta época de relativismos, de posmodernos al uso y al desuso, de dudas sempiternas, de certezas muy claras que avisan de lo oscuro que se presenta todo, la bondad no es más que una excrecencia necesaria de la imposibilidad de esa certeza, es la comprobación de que casi nada es absoluto, de que todo posee muchos matices, de que casi todo depende de los contextos, de que hoy es algo gris y con las circunstancias de mañana tal vez se torne blanco.
Entonces, cuando la razón falla, cuando la miseria de la palabra sube a la superficie, cuando sus interpretaciones se proclaman diversas y distintas, cuando todo se vuelve neblinoso y oscuro, cuando nada se afirma consistente, cuando dudamos todos, cuando…, es cuando aparece la bondad y la persona buena.
Ese quisiera ser para mí el mejor sentido de la palabra “bueno”. Tal vez a esa bondad se llegue por agotamiento, por comprobación de que otros caminos son imposibles, por certeza de que el acuerdo, de otra manera, no hay quien lo consiga, por aceptación de que existe un terreno pantanoso en el que nos movemos y en el que hay que nadar asidos de la mano para que no nos ahoguemos todos y para que, lo que es peor, no empujemos al vecino hacia el abismo. No se trata, por tanto, de crear personas lelas y hasta imbéciles; se trata de dar fe de que los imbéciles lo son por criterio etimológico, o sea, porque no tienen báculo mental, no porque no lo busquen sino porque no lo hallan a pesar de su empeño. Es la bondad un reducto muy hondo, con límites imprecisos, con muchos aspirantes a vivir en su seno, con perfiles muy blandos que admiten a todo el mundo que quiera incorporarse a sus dominios; y no una situación en la que engañar al menos listillo y más modorro.
Y yo quiero ser “bueno” porque me falla todo o casi todo, porque quiero sentirme sin enfrentamientos, salvo los necesarios en la vida, porque quiero entender que hay muchas formas de ver cualquier asunto, porque en esa diversidad habrá riqueza pero nunca verdades absolutas, al menos en formas de vivirlas, porque pienso mi vida y no la justifico como algo único sino dependiente de tantas variables que a mí se me escapan y que no puedo dominar, porque la vida es demasiado caprichosa como para embridarla en normas y conceptos.
Por todo eso, y por mucho más, me gustaría ser “en el buen sentido de la palabra, bueno”. Solo es debilidad, no es otra cosa, reconocimiento de no poder llegar a lo absoluto, necesidad de comprensión por todos. Eso, tan solo eso.