domingo, 4 de mayo de 2008

PRIMERO DE MAYO

N.B. Este apunte lo pensé para el viernes pasado, día primero de mayo. Sucedió lo inesperado y no quedó tiempo para la palabra ni para dejarla aquí, a la intemperie, al cuidado público. Hoy está desfasada la fecha pero no tanto el intento de reflexión, por eso la rescato del olvido.

La amistad me ha traído este fin de semana a los mares del sur. Hoy día uno de mayo echo de menos Béjar, su paisaje y sus gentes. Y eso que estoy a gusto, degustando el placer de la amistad. Durante muchos años, a eso de las doce me acercaba a los Praos, a la plaza Primero de Mayo, para formar cortejo con la gente en la manifestación del primero de mayo. Tampoco éramos tantos, pero la idea siempre fue idéntica: la reivindicación de mejoras para las clases trabajadoras, o sea para los colectivos más desfavorecidos. Las banderas al viento, las pegatinas, los coches abriendo camino, las proclamas, la mezcla de gentes de diverso color político, todo contribuía a dar color al acto. Me encargué muchas veces de darle hechas a Pedro unas proclamas para que desde el coche las lanzara a los cuatro vientos. Siempre lo hizo con fuerza, siempre inventó morcillas, a veces descarnadas. Yo me sentía contento de contribuir, aunque fuera en tan poco, a dar la voz al viento, a proclamar sin tregua que hay gente que camina por la vida con la dificultad en bandolera, con la incertidumbre en la mochila y con el futuro siempre en color gris. La comitiva ascendía, carretera general arriba, hasta llegar al cuartel, para comenzar el descenso por la calle Recreo. Son estas las zonas típicamente obreras de Béjar, aquellas en las que más se nota la presencia de la conciencia social. La gente en los balcones miraba sorprendida, como si no supiera que allí iba la conciencia de su clase. En los últimos años esa conciencia parece que se ha dormido en cualquier parte, que no fluye en conjunto por las calles, que se ha desvanecido. Después de la larga bajada, la subida de la calle Libertad, camino de la Corredera. Era este un territorio más desagradecido, lugar donde las gentes caminan a su bola, sin conciencia de que aquello que ven es un buen grito en pos de la justicia.
Y allí, en la Corredera, los discursos, las palabras lanzadas a los vientos, (siempre con altavoces desiguales), los cantos desgarrados de la Internacional, un rato de charleta y después despedida. Un refrigerio a tiempo en la sede de las centrales sindicales y acaso una comida en cualquier restaurante de la zona.
Es verdad que estos años anda todo más gris y menos cálido. Todos tienen que echar a andar el pensamiento para mejorar lo que esté de su parte. Pero no es menos cierto que el reto sigue en pie, que la justicia tiene que ser comparativa y que las desigualdades apestan nuestras calles y jardines. Acaso hay otras formas de decirlo y acaso también de gritarlo. Yo echo de menos hoy la Corredera, el grito aquel de siempre: “Arriba parias de la tierra…”. Es primero de mayo y es lo mismo en la sierra que en la orilla del mar, lo mismo en las estepas que en las vegas feraces, igual en la oficina que en el campo, lo mismo en la ciudad que en el último pueblo. Hoy como siempre, arriba los obreros, los más necesitados, los que piensan y por pensar se enfrentan con la rutina, los que gritan el grito de igualdad, los campesinos, los que viven zozobras, los que llegan sin luz a fin de mes, todos los que soportan en sus vidas las garras indeseables de la desigualdad, los héroes del silencio en el silencio, todos los revolucionarios de sus vidas, también las que se muestran más calladas.
El mundo se ha hecho todo para que lo viole el hombre y no al revés, la vida ha de ser festejo e igualdad. No eso lo que veo, no es eso, no es eso.

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