lunes, 19 de mayo de 2008

NATURALEZA Y JUSTICIA

¿Existe la justicia en la naturaleza o es algo superpuesto por el hombre en su interpretación de la misma? Y, si existe justicia, ¿es la misma que la de los preceptos positivos? Este viejo dilema sigue trayendo de cabeza a muchos pensadores. No son pocos los que se siguen refugiando en los abismos insondables de la naturaleza cuando se pierden en los preceptos positivos. Porque parece evidente que la naturaleza se rige por unas reglas que nos resultan a veces muy claras y casi siempre superiores e inaccesibles a nuestras cortas entendederas. Existen los objetos, llegan las primaveras y veranos, se cumple sin descanso la ley de la gravedad, las montañas se mantienen por los siglos, los océanos siguen siendo inmensos, la luz se sigue propagando…; en fin que todo sigue y sigue sin que haya sido propuesto ni alterado por el hombre. El ser humano únicamente trata de aproximarse a la naturaleza buscando arrancarle sus secretos y, cuando lo consigue parcialmente, echa las campanas al vuelo y se complace con ello. Se diría que esas normas están en un nivel superior por duraderas y universales. Por el contrario, en las ideas del derecho positivo los cambios son continuos, incluso entre los llamados derechos universales. Cada cierto tiempo se van incorporando otros derechos llamados de segunda o de tercera generación, a medida que las sociedades cambian. Pero es que los de rango inferior andan cambiando continuamente según los dirigentes sociales y la visión que de la sociedad aporten. Una Ley de Educación cualquiera ilustra perfectamente esta realidad.
¿Cómo se pueden compadecer las leyes positivas con las reglas fijas de la naturaleza? Hay normas naturales que apenas si se enteran de lo que sucede con aquellas que a la acción de los humanos parecen más justas. Todo el sistema de premios y castigos podría ilustrarnos perfectamente de este desigual camino. La naturaleza se nos muestra fría e implacable cumpliendo sus destinos; la actividad humana se queja y se retuerce cuando sus deseos no se ven cumplidos o entiende que se alteran sus razones normales.
¿Cuál es la solución? El hombre es naturaleza, forma parte de la misma. Las leyes naturales le afectan sin duda, son también las suyas, es siervo de las mismas. Pero las positivas son el producto de su visión del mundo, de la actividad de su razón y de los acuerdos entre los elementos que componen la sociedad. No puede renunciar a ellas si no quiere degradarse y deshumanizarse. Es el ser humano un dios menor que tiene que crear sus propios mundos, que tiene que articular sus propias actividades y que tiene que intentar someter los elementos a sus formas de vida. ¿O acaso tendría que ser al revés?
De nuevo aquí la duda, el desconsuelo, el caminar oscuro e inseguro, la mirada hacia el mundo y la imagen en gris, la búsqueda sin tino, la existencia en el aire, la certeza de nada. ¿Dónde encontrar la luz, la evidencia de algo, la exactitud diáfana? A vivir y a vivir, aunque no estén muy claros los caminos.

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