miércoles, 28 de mayo de 2008

OPTIMISTA A TIEMPO TOTAL



Sé que llevo bastante tiempo rondando el campo de la melancolía, que me asiento con demasiada frecuencia en un tono de tristeza y que me descubro de vez en cuando vislumbrando los predios de la hipocondría. Para mi propia cosecha, lo que tengo que hacer es analizar las causas que provocan estas situaciones. Porque, por perogrullesco que parezca, las cosas suceden por algo y se deben a alguna causa concreta, sea esta explícita o implícita. Creo que alguna razón conozco para explicarme todo esto y entiendo desde ella que mis ánimos se me caigan con alguna frecuencia. Vale. Tendré que dominar las situaciones, reconducir errores o fomentar variables positivas. Habrá que andar al loro del asunto, porque la vida aprieta y el tiempo se marchita sin pausa y sin descanso.
Admiro al optimista, al que siempre anda con la cara hacia arriba, al que sabe beber del vaso medio lleno y nunca lo descubre medio vacío, al que sabe concertar la realidad de la teoría -siempre más fácil- con la de la práctica -siempre más complicada-, al que mira hacia el cielo y se ríe de la lluvia y del sol a partes iguales. Yo soy un poco más de altibajos, de bandazos visibles, de arrechuchos según la hora del día o el interlocutor que me haya correspondido. Supongo que en la configuración de cada personalidad intervienen muchos factores y que el carácter no se cambia muy fácilmente. Habrá que soportarse buenamente, otra vez con la ayuda de la buena voluntad.
Hay dos cosas, no obstante, que quiero apuntar hoy y aquí. La primera hace referencia a la existencia del optimista a tiempo completo. Hay gente que no conoce los predios de la tristeza ni del desaliento. O eso parece. Me pregunto cómo se puede ser optimista a todas horas. Y reconozco que me cuesta entender en positivo a ese optimista recalcitrante, aunque lo admire tanto. No lo encajo en mi sentido común, parece que me molestara que no se sienta enfadado con nada, que no se revuelva contra esto y contra aquello, que no eleve una protesta cualquiera. Supongo que los habrá en distintos grados de conciencia. Acaso los habrá que tengan asimilada la certeza de que la lucha contra lo que no se puede modificar es sencillamente inútil y sin sentido, de que exprimir la vida en sentido positivo es su única misión, y de que tienen que cargarse de paciencia para entender que la vida te lleva y te trae muy a su antojo. ¿No serán estos los mejor informados? A estos los admiro. Me gustaría parecerme a ellos un poquito.
La segunda consideración apela a mi derecho, o a mi falta de derecho, a transmitir a los demás esos sentimientos de pesimismo que pueda experimentar. No tengo demasiado derecho a dar el coñazo con situaciones negativas personales. Y menos si me considero un privilegiado de la vida. A los demás me gustaría transmitirles energías positivas y sé que no puedo demasiadas veces. Tal vez por eso tendría que acudir en más ocasiones al silencio y a la reflexión personal. Me cabe el consuelo de que tal vez por ahí haya también pesimistas como yo que se sientan en el reino de la mayoría y eso les consuele algo, u optimistas que contrasten conmigo y me den esa ayuda a mí con su soporte.
Al fin y al cabo, todo es intercambio y ayuda mutua, querer y dejarse querer, sentir la presencia de los otros y que los otros sientan la tuya en algún momento, vivir en ida y vuelta. No sé qué aplicación puede tener aquello del pesimista bien informado y del optimista sin información. Qué sé yo. Siempre la duda.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Yo consigo mi optimismo,en dos vertientes, quemando energías con trabajo, o con esfuerzo subiendo montes y andando caminos, creo que tu también no?.

Sinda dijo...

La verdad es que llevo ya bastante tiempo sin que me embargue la melancolía, y -aunque suene redundante- es que no tengo tiempo. Ya sabes -más o menos- como transcurren mis días. Te aseguro que me siento optimista a pesar de todo. ¿Será el Sur y sus gentes? Tenéis que volver.
Y sin embargo, mi alma vuela hacia los montes de la tierra que me vio crecer.
¡Cómo envidio tus horas de libertad y tus andanzas por las sierra!
Un beso.
PS LLevamos dos semanas sin Internet, y os leemos donde podemos, y no todos los días. No le pasará algo grave a Luis Felipe: lleva dos días sin escribir, y eso sí que es raro.
Más besos