sábado, 16 de enero de 2010

VOLVÍ AL CAMPO





Hacía casi un mes que no me había dado el gustazo de dedicar una mañana a hollar los caminos de estas sierras. Diversas razones me lo habían impedido. Hoy fue el día.
Vaya un invierno el de este año. Parece que estuviéramos en los viejos tiempos: frío, agua, nieve, viento. Y todo esto durante casi un mes seguido.

La mañana volvió a amanecer gris y con llovizna. Pero ya no había desafío ante el que estuviera dispuesto a rendirme. Así que me lancé a la calle y recogí a Manolo Casadiego. Me propuso visitar el pantano para ver cuánta agua había recogido en los últimos días y cuánto le quedaba para completar su capacidad. Pues a ello.

Llovizna y paisaje gris en la ascensión a Candelario, fondo más gris en las faldas de la sierra y atisbos de nieve allá en lo alto. Unas nubes pesadas dibujaban un contorno fuerte y hasta pesado. Los árboles, todos grises también, semejaban centinelas desnudos en medio del paisaje.

La carretera se estrecha en cuanto se deja el pueblo de Candelario y las hojas de los robles ya forman puro abono en descomposición continua sobre el suelo. La lluvia hace su trabajo lentamente y ya lleva vencida la tarea. El silencio es profundo; solo lo rompe el viento y el ruido de los regatos, que bajan bien bravíos desde la sierra. Todo lo que fue sequía es hoy desbordamiento, sobrante líquido, anegamiento de prados y caminos.

La presa nos recibe con su canal mandándole las aguas que recoge del río en un azud hoy denso. Corren fuertes las aguas por esa regadera. ¡Menudo manantial para el pantano! Intentamos la vista panorámica desde un altozano pero la niebla nos la prohíbe y nos la niega: es demasiado oscuro el panorama. Volvemos hasta la pared de la presa. Esto es otra mirada. Qué gris esta postal. Parece que estamos en alta mar. Hay pequeñas olas que golpean contra el cemento de la pared. Y siempre en la llovizna que no cesa. Al pantano le faltan unos metros; los que admiten más capacidad. Pero de aquí hasta mayo… Hay agua asegurada para todo el verano y el otoño. Otra cosa son las centrales hidroeléctricas, esas en las que tanto brega nuestro río y que tanto beneficio nos reportan, aunque más a unos que a otros. Pero de aquí hasta mayo…

Volvemos hasta el puente de los Avellanares. Desde él se entra en la Dehesa de Candelario. El día invita, a pesar de la llovizna continua, a hollarlo sin prisa. No hace nada de frío y el paisaje sigue denso en su silencio y en sus voces roncas de viento y agua. Cómo bajan los regatos… Qué solos los árboles sin hojas… Qué suelo tan mullido… Qué denso todo en medio de la niebla… ¿Qué hacemos nosotros en medio del peso de la naturaleza?

Se desatan las palabras. Y resucitan los blogs. Y revive Unamuno. Y el valor de las sensaciones y el de la razón. Y la consistencia o la inconsistencia de las teorías. Y el valor o la falta de valor de la acción…

El Aula de Naturaleza no está lejos. Unos tenados sólidamente construidos nos sirven de refugio. Los conocemos bien. Nos sentimos bien mojándonos con la lluvia pero nos paramos a descansar, a seguir hablando y a reponer fuerzas con esas viandas que nunca nos faltan. Estamos a mediados de enero. En Béjar es tiempo de “mantelá”. No nos falta. Ni nos falta el trago de vino de bota con el que rezar serenamente y mirando al cielo una devota y lenta oración, ni esa bebida espiritosa que tan bien prepara Manolo y que resucita a los mismos muertos y nos pone dicharacheros después de tomarla. No conozco bebida que contenga aromas de tantas hierbas ¡!ni que haya tenido que ser rebajada con aguardiente!!

El cielo sigue en su sitio y la llovizna continúa con nosotros. No hay prisa. “El mundo está bien hecho”. Y esto no es huir del mundo. Es que esto también es el mundo. Esto también es el mundo porque es percepción del mundo, de otro mundo, de otra manera de mirar y de sentir el mundo. Quiero decir que no es un mundo solo bucólico. No, ni mucho menos. Si hasta lloviznaba. Es que aquí hay algo más de eternidad, de solidez, de permanencia, de elementos naturales descarnados y a flor de piedra, de suelo o de cielo, hay leyes pero más previsibles y menos traicioneras… Esto también es mundo.

Pero esta parte del mundo no existe sin la otra. Y la otra nos llama. Volvemos lentamente bajo la llovizna y entre los árboles. Manolo se detiene a fotografiar la solidez, la eternidad, la permanencia, la mirada impertérrita, la altivez, el recuerdo de la historia, la conciencia del tiempo y no sé cuántas cosas más que alberga un tronco seco de un árbol majestuoso en su desnudez. El tronco está coronado por una figura casi humana que nos mira con ojos desafiantes y que nos sugiere muchas posibilidades. A mí me recuerda al Saturno de Goya devorando a sus hijos. Tiene la mano extendida. ¿También quiere devorarnos a nosotros? Qué miedo. Vámonos rápidamente de aquí, Manolo.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Todo nuestro mundo..percepciones, sensaciones rodeado de naturaleza es mucho más vital.Estoy de acuerdo contigo.

Angel Utrera dijo...

Lei un poema tuyo en el blog, de Manuel casadiego, que me he tomado la libertad de subir a mi blog de poesia, por su belleza, espero que no te importe.
Pero no pude resistir la tentacion, ....enhorabuena porque es realmente muy hermoso, y la foto fantastica.
http://espoesiadesdeagolada.blogspot.com/