Releo en las últimas horas “El Príncipe”(será porque estamos en Reyes), aquel libro de Maquiavelo que tantos quebraderos de cabeza ha traído, que a tantos ha servido de guía y que tantas veces se sigue citando. Me parece que sigue sirviendo de modelo para muchas cosas, sobre todo para lo que no se debe hacer.
Se trata, de nuevo, de un intento, esta vez muy bien contextualizado y argumentado, de una suma de normas y de advertencias que sirven al príncipe para alzarse con el poder y para mantenerlo de la mejor manera. Y ahí se describen tipos de sociedades, de reinos y de comunidades, de caracteres personales, de ideologías sociales de siervos y de ejércitos, de alianzas y de desencuentros…
Pero, también de nuevo, se trata de otra obra que no se cuestiona si lo que está tratando de ordenar es lo mejor o si acaso no es el mejor método de convivencia y de mandato. Este asunto parece que no entra en la cabeza de Maquiavelo y no hay ni atisbos de que en alguna página se fuera a plantear la bondad o la maldad del sistema.
El contexto histórico en el que se escribió tiene, como todos, sus condicionantes, pero a mí me interesa el tiempo en el que vivo. Y acaso este tiene otros condicionantes diferentes. En alguna medida, este tratado político me recuerda todo el cúmulo de esfuerzos que ahora mismo se están realizando, desde las espaldas recaudatorias de todo el mundo, para que el sistema social, económico y financiero, siga siendo el que era y salga fortalecido de la crisis. ¿Quién se plantea y se cuestiona el valor del propio sistema? Yo no conozco voces que lo hagan en público.
Recuerdo ejemplos literarios que al menos ofrecían soluciones en varias direcciones. Cuando el arcipreste de Hita se cansaba de dar consejos para apretar la moral, se revolvía sobre sí mismo y añadía algo así como esto: pero, por si acaso tus apetencias son otras, este podría ser un camino provechoso. Algo similar simulaba Celestina.
En El Príncipe, todo está ordenado ad maiorem principis gloriam. Lo demás no cuenta. Y si hay que tirar por el camino del medio con tal de llegar a la meta, pues ya estamos andando. El valor y la ética de los medios poco importan con tal de que nos empujen hacia el fin que deseamos.
Me gustaría que los Reyes Magos, tan próximos parientes de los príncipes, nos trajeran la rebeldía de atrevernos a cuestionar casi todo, también el sistema en el que andamos instalados. Por si acaso nos da por idear algo menos malo. Incluyendo también la forma del propio Estado. Aunque disminuyera con ello su familia.
jueves, 7 de enero de 2010
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