Concentrar los esfuerzos en aquello que podemos controlar, en aquello que realmente depende en buena parte de nosotros y sobre lo que tenemos capacidad para modificar sus consecuencias, no es mala cosa. Todo con reserva y con matices pues no conozco nada que realmente sea solo personal y que no dependa en alguna medida de factores exteriores y, por otra parte, personalmente podemos llegar mucho más allá de lo que a primera vista pudiera parecer y tenemos que aspirar a llegar hasta la abstracción y hasta el concepto.
Llevamos ya muchos meses obsesionados con eso que llamamos crisis y tengo la impresión de que derrochamos esfuerzos en asuntos intermedios, de tal modo que ni tocamos el asunto en su conjunto y en su base teórica, ni nos lanzamos animosos a sobrevivir y a salvar de la quema aquellos pequeños trozos de realidad que tenemos cerca de nosotros y que nos pertenecen. El asunto teórico, aunque a algunos nos pueda parecer evidente y pasa por una revisión del sistema ideológico, social y político en el que nos movemos, tendremos que tomarlo con cautela y habrá que pedir a los pensadores (¿los hay?, ¿dónde andan?) que levanten la mirada y que se expliquen, que razonen sin miedos y sin egoísmos, pensando en la colectividad y no solo en sus negocios particulares, trabando una teoría con lógica y con consecuencias. El otro asunto, el más próximo, el de andar por casa y por la calle, el de las comunidades reales y más pequeñas nos pertenece más a casi todos.
Me parece que en estos tiempos de crisis tendríamos que agudizar un poco más el ingenio y hacer aflorar actividades y conceptos que, en el desarrollo normal, nos han llevado al egoísmo, a la particularidad, al personalismo y a la alucinación de lo físico y de lo que nos entra por los ojos y por el instinto. Tal vez no estaría mal que las comunidades prestaran atención, ahora más que nunca, a esos elementos que, aunque no se vean ni se noten a simple vista, sirven a la larga para hacer comunidad y para empujar a una vida más saludable y más llevadera.
Pienso por ejemplo en los ayuntamientos donde las finanzas no las imagino muy boyantes. Seguramente esto impide la realización de obras llamativas, de esas de la foto y de decir en la posteridad yo hice esto y aquello. Vale, no tenemos dinero y vamos tirando como podemos. De donde no hay no se puede sacar. Habrá que echarle imaginación para racionalizar los gastos y para apretarse el cinturón. Pero se pude reivindicar la inversión de esfuerzos en actividades y en el fomento de costumbres que no cuestan casi dinero pero que crean una convivencia diferente. La torpeza y la ignorancia (también la de los ricos, o sea, que no todo es asunto de cuentas) nos han salido siempre muy caras. Pues vamos a ver si ponemos en solfa a los menos sociales de la comunidad y los empujamos a alguna educación social en usos y costumbres.
Un caso de práctica: la circulación. Asunto paradigmático de lo que se puede describir como teoría filosófica, social y política, pero del que aquí podemos quedarnos en algo más tangible y próximo ¿No podemos echarnos a pensar que acaso eso de tener tantos automóviles no es lo que produce más riqueza ni mejor vida? Aunque tengamos que cerrar fábricas y talleres con ello. En esta ciudad estrecha en la que vivo se han instalado en plena calle pasos elevados en los que cualquier automóvil sufre más de lo normal. Solo los entiendo porque los analfabetos no hacen uso del sentido común y circulan a la velocidad que quieren y a la que acaso les han empujado desde medios de comunicación. Me salen carísimos esos analfabetos. Ahí hay un buen trabajo educativo que hacer. ¡Y no cuesta mucho dinero! La plaza en la que vivo seguramente es la que más uso social da a la ciudad en juegos y deportes. Me alegro mucho de ello. Pero los más analfabetos del lugar la usan como garaje particular para sus coches despreciando el lugar que tienen libre al lado de la acera (¡estoy diciendo que tienen sitio libre en la acera, no que no utilicen el alto de la plaza cuando la situación especial lo requiera!). La plaza se está estropeando a marchas forzadas y tendremos que arreglarla con los impuestos de todos. Los analfabetos nos salen carísimos. Arreglar esta situación no cuesta dinero, es asunto de educación, solo de sentido común y de educación. Aparcar en sitio prohibido no es ni bueno ni malo; depende de que interrumpamos o no a los demás. Aparcar cuando es evidente que se molesta a los demás significa despreciar las necesidades de los otros. Lo suelen hacer los menos preocupados socialmente y yo a estos también los llamo analfabetos. ¡Y nos cuestan mucho en tiempo y dinero! Hay que invertir en esta educación, no de cumplimiento literal de la norma sino del respeto a los demás. Y así…
Sí, sí, en estos tiempos más que nunca tenemos que invertir en educación, en educación de sentido común, de sentido social, de respeto a los demás, de educación cívica, de valores comunitarios. Y sospecho que no es lo más caro.
sábado, 23 de enero de 2010
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1 comentario:
¡Que razón tienes Antonio!...y lo malo no es la educación, educar, sino corregir la maleducación adquirida.
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