domingo, 10 de enero de 2010

OTRO TIPO DE ÁGORA

Son estos los días en los que la plaza, el ágora, andan más desiertas. Este frío y estas nieves… Me imagino esto mismo en los “buenos tiempos”, en aquellos años en los que las nevadas cubrían muchos centímetros y se repetían con frecuencia. Ya no es lo que era, aunque el primo de Rajoy no se haya enterado. A pesar de lo que estamos sufriendo en nuestras latitudes y en otras donde parece que están más acostumbrados a estos rigores.

Me resulta interesante imaginar las relaciones entre mis antepasados atendiendo a esta variable del clima. ¿Qué favorecían los inviernos largos y fríos? Que corra la imaginación. Y que lo haga con generosidad y sin cortapisas: para la alimentación, para las costumbres, para los trabajos, para las relaciones, para el pensamiento, para la escala de valores, para…

A mí también estos días me han metido un poco más (no tenía demasiado margen) en casa. Y me han pegado un poquito más a la lectura de diversas obras. Entre ellas El Príncipe y El Contrato Social. En alguna medida, ambas obras tratan de este asunto (más la segunda que la primera).

Trataba de comparar las consideraciones que sobre el clima o los alimentos se formulan por parte de Rousseau, por ejemplo, sus influencias en las formas de vida, en las formas de conformar gobiernos o en establecer comunidades y Estados, con las consideraciones que uno escucha estos días sobre los elementos climáticos o sobre las presidencias europeas de turno.

Y se me cae el alma a los pies. Qué zafiedad la de casi todos los popes de los medios de comunicación de nuestros días, qué basura, qué ceguera mental, qué imbecilidad, que simpleza argumentativa, qué aplicación tan interesada de cualquier argumento, qué grosería intelectual, qué enanez, qué estulticia, qué tontería, qué manera de argumentar solo ad hoc y con la mirilla puesta solo en la persona concreta, para ver si la cazamos, sin capacidad para llegar al concepto, qué manera más arrastrada de servir a los intereses más egoístas y dinerarios, qué poco nivel, qué desánimo y qué perspectiva tan negra…

Menos mal que la técnica cumple también su función y en alguna medida nos podemos aprovechar de ella. Por ejemplo con la capacidad que ahora tenemos de desahogarnos en este medio relativamente libre y casi infinito como es la internet. De modo que nuestro encierro y la escasez mental de tantos la podemos sustituir (solo la podemos, otra cosa es que lo hagamos) por consideraciones, resoluciones y actuaciones personales y por la aproximación a textos y personajes que -menos mal- levantan la mirada y se mueven en el nivel del concepto y abarcan algún tiempo más amplio que el de su propio egoísmo y el de su propia estrechez mental.

Así que, si me agobia el tiempo, me escondo en mi cuarto, me arrimo a la pantalla (ahora a una más pequeñita), abro el mundo y todo se me viene encima, desde lejos en el tiempo y en el espacio, desde cerca en muchas de las cosas que leo. No para estar de acuerdo con todas pero sí para dar gracias porque existan personas y mentes un poco menos enfangadas en el egoísmo personal y en la estrechez mental de todo este pandemónium que me agobia por casi todos los sitios. Hoy gracias a Maquiavelo y a Rousseau. Mañana ya veremos.

1 comentario:

sociedaddediletantes.blogspot.com.es dijo...

Qué bien has descrito el contenido de los medios medias de comunicación. De antología el párrafo