miércoles, 5 de noviembre de 2008
UN TESTIGO MOMENTÁNEO
En plena resaca Obamera, me pregunto en qué medida tendrá repercusión esta elección en la gente que me rodea y en mí mismo. No soy demasiado optimista al respecto, aunque me alegro por comparación. Ojalá se remuevan algunas conciencias y alguien empiece a pensar con tranquilidad que el mundo dividido en parcelas nacionales no lleva más que al enfrentamiento, a los falsos patriotismos y a la jerarquización para que arriba siempre estén los mismos. En todo caso, brindemos y respiremos. Mejor que lo anterior, seguro, porque peor era imposible; mejor que la otra opción, seguramente también, a la vista de las propuestas y de las ideologías que teóricamente representan. Vale.
Contemplo desde mi terraza las faldas de la sierra, sus lomos blancos, los ocres del otoño, los árboles que ceden al impulso de la muerte con sus hojas secas, el río que se crece, se limpia y se rebela, el arco iris que tan aficionado es a servirme de arco de triunfo, los Picos de Valdesangil, siempre desnudos en sus piedras grises, el cielo que vigila desde arriba, esa lluvia llovizna pero tupida y persistente, la niebla que a ratos se agarra a las ramas como queriendo hacer su nido en ellas, la sonrosada luz del horizonte cuando cae la tarde… Todo me certifica que seguirá volviendo cada año, que vivirá el retorno muchas veces, que acaso siempre estará ahí, que mis hijos y los hijos de mis hijos lo verán repetirse cuando vengan a verme, que yo seré un testigo momentáneo de lo que me supera y me reduce a simple accidente, que busco algún sentido para las cosas y se me queda en nada, en simple discurrir hacia ninguna parte.
Cuánta belleza expuesta para tan poco tiempo. Yo quisiera gozarla eternamente, formar parte de ella, sentir que mis anhelos tienen un fin visible, que me muevo por algo, que vivo superando algún capricho. Yo quiero la certeza. Aunque sea por un rato solamente.
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1 comentario:
Vivir, vida, como nos aferramos a ella.
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