viernes, 28 de noviembre de 2008

RAZÓN Y DESENCANTO

Hoy la atmósfera ha estado de aguanieve. Lo mejor es el sillón y el calorcito de la calefacción. Desde que vine de clase hasta bien entrada la tarde he tenido monocultivo: la lectura de un libro con formato de diario.

“Razón y desencanto” es la segunda entrega de Diego Fernández Magdaleno que camina en esta dirección del diario o el encuentro personal consigo mismo. Tenía en la memoria su “El tiempo incinerado” como algo muy reciente, pero leo en la solapa que es de 2005. Cómo pasa el tiempo. “Porque el tiempo pasa, que es lo que siempre pasa”. Pues me lo he bebido de un solo trago, casi sin levantar la vista de sus páginas. Es la espina dorsal de dos años de vida, la médula y la sustancia inyectada en vena, el despojo de todos los despojos en sentido positivo, en metáfora robada a Ángel González, la criba de la mina, lo fetén de lo fetén.

A mí me interesa la literatura del libro, pero me interesa mucho más el ser humano que la sustenta, y la sensibilidad que adensa cada imagen, y la madurez que muestra cada idea, y la cultura que adivino en cada página. Alguna vez he escrito que la creación corre paralela siempre al tenor que pueda ofrecerle la vida real del creador. No me apeo mucho de esta afirmación. Diego es un pianista sencillamente genial; cuando yo le he oído tocar, juro que he sentido unos escalofríos especiales y unas sensaciones diferentes. La mecánica te puede dejar frío, la sensibilidad es otra cosa. Creo que sé de qué hablo.

Hay, por supuesto, mucho mundo de música en este libro, de profesión y de amor por este arte. Pero la espina dorsal es otro asunto. Todo se difumina en el telón de fondo de la muerte de su padre. Hay anotaciones bellísimas con esta imagen siempre que me han puesto en el límite del llanto. Por desgracia, también sé algo de esto. Es la línea del tiempo, que se paró en una fecha pero que dejó huellas para siempre. En la otra esquina, la gozosa noticia de la vida que sigue: el nacimiento del hijo y el horizonte abierto.

He subrayado muchas líneas. Elijo esta que sigue: “Martes, 18 de abril: Al apagar la pequeña lámpara de la mesilla, pienso en mi padre. Las rendijas de la persiana intuyen la eterna soledad del cementerio. Tere duerme, feliz por su futura maternidad. La vida en sus extremos. Razón y desencanto”.
Mi más sincera enhorabuena. Por el libro. Pero, sobre todo, por lo que se proclama y certifica desde él.

Y una nota de aviso y de agradecimiento. El libro tiene fecha de 30 de noviembre de 2008 en imprenta. Yo lo leo hoy día 28. Antes de salir del horno. Es la magia de tener una imprenta a mi lado y de tener un amigo como LF Comendador, que me regala todo a manos llenas. Hoy volví a salir de la imprenta con otro lote de libros. Gracias, hermano.

1 comentario:

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Querido Antonio: sabes que valoro mucho tu opinión. Estas palabras tuyas son el mejor comienzo para mi libro.
Gracias y un fuerte abrazo,
Diego