Quizás estás desorientado y torpe porque no sabes bien qué es lo que amas, no diriges tus tiros con certeza contra un blanco erigido en la colina para que tú lo mires, lo provoques y lo violes con la flecha cargada de saliva y veneno.
Puede que tus esfuerzos no signifiquen nada que no esté en tu calendario previsto y ya hecho trizas y ceniza de contemplar el tiempo, de saberse ya cierto desde hace mucho tiempo, tanto tiempo, todo el tiempo del mundo.
Tal vez tus energías se escondan a la espera de suplantar al sol y al día que regala la luz para que la consumas con fruición y orgasmo. No se gastan por miedo, por andar desnortadas, sin ritmo y sin destino. Cuando salen al aire de la vida, se sienten ateridas, extienden sus abrazos y no encuentran respuesta que desprenda unos grados de tibieza con que templar sus ansias. Entonces se recogen, miran como aturdidas, se sumergen en el mar de la duda y almacenan otro muro de silencio y soledad.
Tienes que mirar alto, acotar tus rayos y tus sombras, poner hito y alambre en tu trozo de cielo, cortar tu hierba fresca, adecentar tu huerta, regar con ilusión tus azucenas para dejar en ellas olvidado tu corazón, sentarte a degustar una merienda a la sombra de un árbol bien frondoso, pensar que sin pensar también se vive, armarte de paciencia como escudo feliz contra las prisas, entregarte, tal vez, a otra manera más lenta de vivir, sentarte a contemplar que el agua sigue y seguirá corriendo por el cauce hacia el mar y notar que el silencio con el que te recibe estaba allí aguardándote desde el primer principio, reconocer que acaso solo estás dibujado y concebido en diminutos tiempos, y gozar su presencia como algo irrepetible.
Quizás, tal vez, acaso. Quién conoce la senda verdadera…
martes, 11 de noviembre de 2008
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2 comentarios:
Me gusta mucho, muchisimo, tu entrada de hoy, tu sensibilidad a veces nos acaricia el alma, gracias por tus palabras.
Qué bellos consejos -también para mí- los del último párrafo. Tu prosa poética sí que alcanza cotas bien altas.
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