jueves, 1 de noviembre de 2007

Largo y entretenido viaje entre Béjar y Arroyo de la Miel, en estas tibias tierras malagueñas. A media mañana dejo a mis alumnos con algún trabajo pendiente, recojo a Nena y nos ponemos en camino. Si dejamos un aire y un frío claramente invernales en Béjar, las tierras extremeñas nos reciben con sus autovías y con sus encinares frondosos y cubiertos de césped. Es esta una de las mejores épocas para ver y contemplar el campo extremeño. Las buenas vías nos permiten la distracción y la charla. También nos permite el largo camino que nos queda por delante la posibilidad de oír, de escuchar y de valorar la lectura de la sentencia del 11-M. La lectura de todas las consideraciones generales me reconforta pues no deja resquicio a conjeturas posteriores si no es desde la sinrazón y desde el empecinamiento. El fallo, sin embargo, me deja algo perplejo pues emocionalmente uno parecía desear la condena de todo bicho viviente que se escondía en la pecera, por más que, a estas alturas de la película, poco o nada alimenta el gusto el hecho de que cualquiera vaya a la cárcel. A medida que voy escuchando reacciones, me doy cuenta de que los del erre que erre seguirán de herreros y de martillos pilones, sin apearse de nada, sin ningún reconocimiento, alimentando el viejo empeño de los últimos años que ha tenido a este país dividido y gastando casi todas sus energías en el asunto,como si en él nos fuera la vida. Cualquier atisbo de esperanza al limbo, cualquier ilusión al garete. Hay gente a la que le resulta muy difícil abdicar de sus lecciones y que solo entiende una huida hacia delante como defensa personal, aunque se enfangue cada día un poco más. Señalaré solo un caso y con una acusación absolutamente dura. La mantengo no obstante: El periódico El Mundo le ha sacado a cada gota de sangre de los asesinados de Madrid, alimentando el morbo de una pseudoinvestigación, una millonada en pesetas y en euros. Como para echar marcha atrás con el chollo y la mina que explotan. Menuda ética. Vaya una escala de valores. Si esto fuera verdad -mantengo lo que acabo de escribir-, se trataría de la mayor estafa de la historia de este país. Así se escribe la Historia. Lo malo es que hay cientos de miles de personas detrás de ellos, gastándose sus dineros en semejante bazofia.
Pero la tarde me guarda otras sorpresas. Mucho más agradables. En la costa me esperan -nos esperan- Jesús y Sinda, Antonio y Mercedes, Leticia y Andrés, y las hermanas de Juan. A pasar unos días con ellos y a hacer viva la memoria de nuestro querido Juan nos hemos reunido en la costa del Mediterráneo, al amparo de un sol tibio que nos acoge cuando comienza noviembre, lejos y cerca de las laderas serranas del otoño bejarano, con la amistad bien puesta, con los deberes hechos, con las manos abiertas y el corazón bien ancho.
Con el recuerdo a todas las víctimas del atentado, con el mejor abrazo para mis amigos, anda y que les den a todos los intrigantes del reino.

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