lunes, 26 de noviembre de 2007

LA FUERZA DE LAS MANOS




Quizás debería dejar reposar más algunos sentimientos. Incluso tengo dudas de si es conveniente darlos a la luz en este medio. Por eso a veces me quedo en el justo medio y no acabo de romper del todo.
El asunto es que esta tarde he estado con mi madre en Valero unas horitas. Le debía la visita, ella lo quería y yo lo deseaba. Últimamente tengo algunas precauciones cuando la visito porque cada día que pasa me hago más consciente de que las deficiencias crecen a pasos agigantados y de que sus coordenadas mentales se van difuminando como en un duermevela que confunde las cosas y va dejando de precisarlas. Solo me altera el dolor, no lo demás, y toco madera para que este apartado no se vea agravado por dolecias físicas. Lo he repetido varias veces: lo peor es el desajuste entre la naturaleza mental y la naturaleza física. Cuando la situación física es notablemente peor que la mental, entonces es cuando se produce el dolor en el ser humano; en caso contrario, la situación es más llevadera para todos.
En cada visita constato lo bien que cuidan mis hermanos a mi madre, los cuidados que le dispensan y las horas que echan a su lado. Y, sin embargo, yo sé muy bien que darle un ratito la mano y estrecharla con un poco de fuerza genera un calor especial en su cuerpo que ella agradece mucho. Es lo que he hecho mientras divagábamos sobre asuntos insustanciales. Yo también sentía el calor de su piel, tan arrugada, tan llena de venas, tan cargada de años; mis manos se fundían con las suyas como en una sucesión temporal continuada. Y es que con las manos transmitimos la edad, y el amor, y la palabra, y el silencio, y el enfado, y el resumen de toda una vida.
Cuando volvía en mi coche, en medio de un vendaval de viento, pensaba en la larga vida de mi madre y en lo corto que se puede hacer ese resumen. Menos mal que puedo continuar con él.

2 comentarios:

FIDE dijo...

Antonio estoy probando si aparecen mis comentarios.
Besos. Fide.

FIDE dijo...

Tío, has conseguido arrancarme una lagrimita, o quizá dos, pero quiero que escribas mucho, que compartamos sentimientos. Yo todos los días veo estas manos, pero ya estoy deseando tocarlas. Creo que ya será muy pronto. Muchos besos.