viernes, 23 de noviembre de 2007

DE UN SOLO SOLITARIO






¿Desde cuándo el ser humano es esencialmente como es? Quiero decir que el ser humano es en todas partes de la misma manera, tiene gustos parecidos, se meve al compás de costumbres y de usos semejantes, físicamente posee los mismos elementos e incluso articula su existencia desde estructuras mentales parecidas. ¿Alguien ha visto a un esquimal con dos cabezas o a un sudafricano con tres brazos? ¿Dónde están los pueblos que no tienen entre sus usos adorar a algún elemento que consideran superior, y que recogen en su seno a otros habitantes descreídos que piensan en ese asunto como algo deshumanizador? Desde Platón y Sócrates, ¿qué es lo que ha cambiado en la naturaleza humana? Parece razonable pensar en la evolución física continua en nuestra especie, pero esto se produce a una velocidad tan lenta que no somos conscientes de ello ni podemos serlo desde nuestra perspectiva reducida. Uno tiene la impresión de que el ser humano ha sido siempre y será siempre igual. Algo similar ocurre con las demás especies animales y vegetales. ¿Qué cambios se han producido en los helechos, por ejemplo, en los últimos millones de años?, ¿y en las encinas? De ahí a una teoría creacionista no hay más que un paso, a un paraíso encantado no hay más que una patada, a un edén imaginado ni un suspiro.
Y, sin embargo, qué claro es que uno anda solo, que se mide por los límites de la existencia, que en la existencia anda más solo que la una, que sus relaciones con los demás apenas son roces momentáneos que te llevan de nuevo a descubrirte solo y solitario en la inmensidad, que cada acto surge junto a los otros pero sin mezcla de los otros, que todo se concluye en un juego de azares, que la vida es un camino sin fin y sin retorno.
Y que, a pesar de los pesares, ahí está la vida, nuestra vida, la vida de cada uno, los actos individuales pero también colectivos, los roces desapercibidos pero calentitos, la murga de los demás pero su necesidad y la hermosura de la comunicación, la temperatura de una charla de amigos, la mesa en común, los afanes colectivos... Porque en la esencia de mi yo entran también mis circunstancias, y yo me defino como ser actuante, como ser que se roza y da calor además de recibirlo, como uno más de tantos y entre tantos. Por eso necesito con tanta avidez la soledad como la compañia, los ratos de silencio y mi certeza a la altura de los elementos minerales y vegetales como la compañia de los humanos, por eso ando escondido en estos pagos de lujuria natural y de demasiado silencio humano.
Mañana vienen mis hijos y será día de fiesta. Porque esa compañia sí que la quiero, la deseo y la necesito. Con la nieve en la sierra y ellos en mi terraza todo se ve de otra manera. ¿A que sí?

1 comentario:

Sinda dijo...

Claro que articulamos nuestra existencia desde estructuras mentales semejantes. Yo ando también muchos días en busca de ratos de soledad. Pero mañana no la quiero. Mañana también para mí será día de fiesta pues como tú, tengo en casa a mis hijos y a mis nietos (al completo). Me falta tu terraza,y tu sierra, pero me basta mi patio (con sus naranjos y su par de helechos,que no difieren de los de hace millones de años) para ver la vida de otra manera.
Feliz fin de semana.
Abrazos