jueves, 22 de noviembre de 2007
DE UNAS OBRAS INCONCLUSAS (y II)
...y que cuando llegaron los fríos un día por casualidad se encontró con el carpintero por la calle y se le encaró amistosamente recordándole que en cierta ocasión habían acordado una obra en su casa y que el carpintero debió de verle las orejas al lobo porque paró la obra que estaba realizando y se presentó en casa al día siguiente y que prometió realizar el forrado de paredes suelo y techo en dos o tres días y que el primer día llevó las herramientas y se marchó pretextando unos trabajos en su propio domicilio y que por la tarde apareció con maderas que inundaron el comedor de la casa y que el dueño se organizó la vida en otra habitación poque aquella se la habían inutilizado y que aunque era invierno antes de ponerse el sol ya se marchó de nuevo y que el dueño empezó a pensar que cómo iba a terminar aquella obra en dos o tres días si el primero solo había puesto tres tablas que apenas cubrían medio metro cuadrado y que el segundo día apenas avanzó en su trabajo mientras el dueño seguía haciendo la vida en otra habitación de su casa y que al tercer día perdió toda esperanza de que aquello avanzara a un ritmo razonable y que mucho más se desesperó cuando el electricista encargado de poner tres puntos de luz en el techo tardó toda una tarde para hacer una roza en la pared y entretuvo todo el tiempo en elegir colores para las lámparas que tenía que pedir por catálogo a la capital y que el dueño de la casa empezó a dejarles a todos las llaves para que entraran y salieran a su antojo al trabajo y que al cabo de ocho días empezó a pensar si no sería que se querían instalar en el comedor y en la terraza de su casa y que cuando volvía del trabajo se daba unos paseítos por la plaza antes de entrar en casa y se cruzaba apuestas consigo mismo sobre si habrían avanzado algo o estarían más retrasados que el día anterior y que a los quince días el dueño tenía que recibir a su familia en un largo fin de semana y que por más que les rogó no consiguió más que cada vez que salía a la terraza le liaran en la conversación y le llenaran la chaqueta de polvo y que ya los últimos días decidió no aparecer por la terraza hasta que una tarde harto ya de tanta espera y como medida de supervivencia decidió regalarle la terraza al carpintero renegar de todas sus convicciones y marcharse por una temporada a vivir de la beneficencia y que ahora pasea por enfrente de su casa y que cada vez que ve la furgoneta del carpintero aparcada junto a su casa sale huyendo de allí como alma que lleva el diablo y que está pensando en llamar a la grúa para que retiren ese coche de allí porque tiene toda la pinta de estar abandonado..."
Pero aquí seguimos vivos y contándolo. A ver quién le encuentra predicado a esta oración de dos páginas.
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4 comentarios:
Jeje, Antoñito.
Buenas noches, tío, que hace mucho que no te veo.
Yo no te veo, pero sí te leo.
Un abrazo.
Y yo también te leo, Landrú [y envidio tu terracita]
¿Entonces?
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