Me acaba de mandar Ana Raquel (no se olvida de mí: yo tampoco de ella: un beso) un vídeo delicioso. No sé de dónde ha salido pero poco importa eso. Son más de diecisiete minutos en los que se ve a Isabel Allende pronunciando un discurso en inglés (está subtitulado y uno mezcla como puede ambas lenguas y lo va pillando), con el tema de la desigualdad femenina. Tengo que suponer que lo hace conmemorando el día dedicado a la violencia de género o algo así.
El tema tiene demasiadas variables y no se puede despachar con unas líneas pero quiero destacar algo de lo que a mí más me llama la atención.
Parece evidente que todo esto se mueve a velocidades mayores y para mejor en los últimos años. Convendría pensar por qué durante prácticamente toda la Historia el asunto languidecía y todos los concernidos lo obviaban y lo trataban con sordina. La cultura tiene mucho que decir pues al fin todo es asunto de cultura y de costumbres. La religión se me echa encima inmediatamente como causa fundamental para que esto haya sucedido; su uso y abuso por parte del poder para que la escala de valores se adaptara al mantenimiento de ese poder creo que explicaría buena parte de todo el asunto. Si sigo repasando las religiones del Libro en la actualidad, no me sale nada diferente. Y son ya muchos siglos (otras religiones no se separan demasiado de este esquema) como para que lo mantengamos como si de algo genético se tratara.
Cuando se proclamó la ley de igualdad, algunos pronosticamos que era un paso adelante pero solo un intento literal más que real pues, si hay que arreglar esto, solo se conseguirá con el paso lento de muchas generaciones y con desajustes y pagas muy dolorosas por el camino. Los medios nos bombardean a diario con ejemplos de violencia que tal vez respondan en buena medida a ese desajuste entre lo “normal” durante siglos y lo que se quiere “normal” en nuestros días.
Tal vez por eso haya que haber incluido en la ley apartados que, desde mi lógica, son inconsistentes pero que apuntan, como ariete, al corazón de la convivencia. Tal es el caso para mí del asunto de la discriminación positiva o la igualdad en el número o paridad, que, teóricamente, me resulta una parida y que tengo que entenderla solo en este sentido.
Pero el vídeo se centraba en ejemplos en los que comparaba la belleza de Sofía Loren y su simbolismo con las actividades de mujeres del tercer mundo que dedican sus esfuerzos a la plantación de árboles con mujeres, a retirar mujeres de la prostitución no deseada o a enfrentarse con el poder religioso o civil en países musulmanes. Y ¡!por fin!! Isabel Allende se apeaba jocosamente de la belleza para quedarse con los valores humanos de las otras. Ya va siendo hora de que las propias mujeres reivindiquen su feminidad y promuevan los resultados estéticos, pero, sobre todo, de que den un paso al frente y se alcen contra la dictadura de la belleza física. Difícilmente este asunto va a modificarse sustancialmente si no se produce esta quiebra. Tampoco puede ser asunto de una o de dos generaciones, pero o es así o no hay manera de que cambie esto. Y ahí el cine, y ahí las pasarelas, y ahí el mundo de las fiestas y de los saraos, y ahí los programas llamados del corazón, y ahí el tiempo dedicado a lo que se dedica, y ahí las sumisiones a según qué cosas, y ahí la cabeza y la razón sobre los instintos, y ahí ciertas manifestaciones públicas de demasiados seres femeninos que me cuesta calificar sin sonrojarme, y ahí toda la escala de valores que no sabe uno hasta qué punto interesa o no interesa cambiar.
Y todo esto solo se puede plantear en sentido de colaboración, nunca en sentido de imposición de poder de un sexo sobre otro. Si así fuera, que a nadie le extrañe que haya seres del sexo contrario que se parapeten y defiendan sus privilegios. Entonces lo que nos espera es más de lo mismo: el fuerte seguirá haciendo lo que mejor le parezca.
E incluso lo vestirá de colorines para que el esclavo (o aquí la esclava) aplauda con las orejas. O con otros apéndices. Vale.
domingo, 29 de noviembre de 2009
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