LA TARDE NO SE ENCUENTRA
Envejecen las piedras de los mares,
que se ofrecen rendidas,
como cantos rodados,
a las arenas lentas de las playas;
dan sus postreros signos los cerezos
con sus hojas rojizas a los vientos;
la luz de tu mirada
refleja en gris la vida que fue otro día alba pura;
la tarde no se encuentra
ni en fuentes ni en regatos con frescura;
tus sentidos giran al ritmo lento
de mi usual respiración; es la lluvia
un pañuelo goteando la tristeza
desde la luz sutil de una ventana;
nunca cambia la hora
si no es para encoger el reino de la luz.
Yo camino sin rumbo conocido,
con tenue luz de fondo
colgada en le plafón de una farola.
Miro al suelo y camino.
Silencio. Noche oscura.
domingo, 8 de noviembre de 2009
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