jueves, 26 de noviembre de 2009

TAL VEZ, QUIZÁS, ACASO

TAL VEZ, QUIZÁS, ACASO.

Aquel día fuiste tú quien me invitó a cenar.
Andaban los faroles humeantes de niebla
y el otoño instalado en mi tristeza.
Quizás fuera tu instinto de pez
en aguas limpias, o ese sexto sentido
que a veces me regalas sin pedírtelo.

El caso es que me viste cabizbajo,
me miraste serena, mantuviste
tu mirada un instante prolongado.

Yo debí confesarte en mi silencio
todo lo que guardaba como un tesoro oculto.

“Venga, esta noche vamos –me dijiste-
y les damos de lado a los horarios
-pues todo será nuestro-
y a las preocupaciones que las zurzan,
que están llenas de rotos,
ponte el traje de risa y de batalla
y déjate llevar por la tormenta.”

Acaso te miré desconcertado,
como pillado en cuerpo de delito,
pensé en un pub del centro
y luego en unas puertas con sordina
tras las que cabalgar sin meta fija.

Tal vez me vi rendido ante tus ojos
y dije “vale,
vámonos a la noche y al suicidio.”

Tal vez, quizás, acaso…

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