lunes, 2 de noviembre de 2009

"DIENTES DE LECHE"

He dedicado unas horas de la mañana a la lectura del libro de Luis Felipe Comendador “Dientes de leche”. Es su última entrega y me ha llegado hace tan solo tres días.

De la génesis de otros libros de Felipe solía tener noticias antes de que se dieran a la imprenta; este lo veo desde la distancia de cualquier lector y eso seguramente cambia mi visión sobre él. Bien que siento que mi conocimiento del mismo no haya existido hasta ahora, pero las cosas son como son y no de otra manera (y perdón por la perogrullada).

Sobre las ideas que sustentan la creación de este libro ya he tratado en alguna ocasión, con otros pretextos, y vuelvo a constatar que me separa abiertamente la idea de la individualidad como motor de las acciones, y sobre todo como configuración del propio yo. Repetiré una vez más que no entiendo el concepto de yo sin la existencia de los demás y sin la relación constante con ellos. Nada creo que pueda ser atribuible de manera absoluta a una sola persona y jamás nadie debería apropiarse de nada de una forma individualizada. Al menos del todo. Podría caer en la vanidad exagerada o en defectos peores. Creo que la fórmula del yo como absoluto solo lleva al fracaso y al intento -siempre fallido- de intentar suplantar al otro en la lucha por el poder, sea este en las facetas que queramos imaginar.

Por eso no sé si esos “Dientes de leche”, título que se me antoja muy polisémico, nos sirven para desbravarnos y no conseguir herir a nadie, o para hincarlos con intenciones oscuras y no causar dolor en ningún cuerpo, o tal vez para herir demasiado pero con buenos modales. Me quedo con las tres posibilidades y me apropio de la que me convenga en cada instante.

Me gusta esa forma de dar encarnadura en todos los poemas, hasta conseguir el oficio de perfecto fingidor, pero no me desagrada tampoco el genérico en el que cada cual se ve reflejado o aludido según su propia lectura.

Me gusta la musicalidad mantenida, a pesar de dar rienda suelta al verso y a la cantidad estrófica según las conveniencias y el ritmo significativo.

Me siguen gustando mucho las frases en infinitivo dependientes de un verbo omitido, que dan al poema un sentido universal que tal vez no tenga.

Me gusta ese continuo jugar a ser pero quedarse casi siempre en un no ser o acaso en un esbozo de ser.

Me complace la facilidad para organizar significativamente el poemario en una unidad que subyace a cada poema concreto.

Me sienta bien leer poemas que han alcanzado un cierre por encima de los versos intermedios y que cierran un círculo abierto en do mayor en los primeros versos.

Me gustan las progresiones que muestran el dominio del todo poemático.

Me hubiera gustado corregir algún título, como el de la página 16, al que sugiero una coma para separar el bien del mal: el poema se habría multiplicado.

Me parece que Felipe se mueve extraordinariamente bien en las enumeraciones, y, si estas son caóticas, mucho mejor. El poema de las páginas 22 y 23 así lo demuestra.

Me gustan muchas cosas del libro y pienso que se trata de un texto de total madurez.

Me quedo, como siempre, con algunas imágenes:

(La pasión) “Es un deber llevarla / con orgullo y con fuerza / hasta donde los años / la pueblen de recuerdos (pg. 15).

(Una luz) “que sube mansamente con su afán de patinar el techo”. (pg. 17).

(Eres) “el hábitat donde me vuelvo turba”. (pg. 19).

“Ser reúma de gestos / y lumbre de ceniza”. (pg. 27).

“Y sé que hay un omóplato haciendo orografía de mi espalda”. (pg. 37).

“Aún debo existir / en esta tartamuda gramática de huesos”. (pg. 41).

“Y tu falda marrón será un río navegable / que habrá de remansarse / en las bellas marismas de la pelvis”. (pg. 70).

“Repetirte la orilla del pubis como un balcón con hiedra”. (pg. 92).

Son solo ejemplos que cada cual puede asumir, resumir, ampliar, quitar o poner.
Prometo apropiarme de alguna de estas imágenes. Como de alguno de los poemas del otoño.

Y, si he de elegir una composición, me quedo con “Comerte con los ojos”, pg. 103.

Mi enhorabuena por el conjunto y por la madurez alcanzada. El placer será mío en la lectura.

1 comentario:

Luis Felipe Comendador dijo...

Muchas gracias por tu lectura, amigo Antonio, y por tus palabras.

Un abrazote.