Estos primeros arreones del otoño siempre dejan cadáveres reales que caen como las hojas, lentamente pero sin pausa. A veces se acumulan y apenas da tiempo ni siquiera a describir una simple nota necrológica. Cuando coinciden en el tiempo seres muy diferentes, se pone de manifiesto la escala de valores que emplea el común de los ciudadanos y, sobre todo, como siempre, los medios de comunicación, que son los que marcan la pauta y delimitan, hasta inventársela, la realidad.
José Luis López Vázquez, Francisco Ayala, Levy Strauss. Casi el mismo día. Buena manera de compararlos pues esta cultura ensalza en el día de la muerte todo lo que ha olvidado durante la vida.
Las primeras hipérboles se las ha llevado López Vázquez porque el reloj quiso que su corazón dejara de latir solo unas horas antes: sencillamente llegó a tiempo. En cuanto su muerte se solapó con los otros dos citados, la elección y la comparación se hicieron inevitables.
Me pregunto hasta qué punto la gente normal retiene los nombres y con qué base lo hace. A José Luis López Vázquez lo han ensalzado muchos que lo habían denigrado en vida porque para ellos todo el cine de origen español y no americano tenía que ser desechado. Ahora se han olvidado de todo aquello y destacan su aportación al séptimo arte. Vaya por Dios. El gran público, sin embargo, lo reconoció y lo reconoce desde sus parámetros de la popularidad y poco más, desde la figuración y el pasatiempo y, para guinda, desde la salsa rosa.
Lo de Francisco Ayala sencillamente es un caso de minorías mezclado con el hecho insólito, y ya de morbo para los medios de comunicación, de su edad provecta. ¿Cuántos han leído sus obras? ¿Cuántos conocen sus pensamientos? ¿Cuántos los han comentado? ¿En qué grupo selecto se han quedado sus aportaciones al pensamiento? Esa mezcla de intelectual y de figura venerable ha estirado un poco más su imagen, pero hasta ahí y basta.
El caso de Levy Strauss aún resulta más minoritario y hay que reducirlo a esa minoría de intelectuales que han bebido de él pues, no en vano ha sido uno de los antropólogos estructuralistas más importantes del S XX. Si a esto le sumamos el hecho de no ser español, sencillamente lo hemos condenado al ostracismo y al desconocimiento casi absoluto.
Seguramente las aportaciones de cada uno de estos personajes las podíamos situar en orden exactamente inverso al de la popularidad que han generado. Es la historia desgraciada de las sociedades y de los medios de comunicación de masas que imponen la realidad como mejor conviene a sus intereses y a sus negocios.
En ese carro de fuego y de artificio vamos todos, por él nos dejamos arrastrar y, si es preciso, le prendemos mecha para que siga el fingimiento y la falsedad. Que me perdone José Luis López Vázquez (me parecía un buen actor pero no el mejor de la comedia española, y merece todo mi respeto como persona), pero creo que el pensamiento de Ayala y las intensísimas reflexiones de Levy Strauss me ayudan un poco más y me hacen ser un poco más humano.
Así es la vida.
miércoles, 4 de noviembre de 2009
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