Estas malditas brujas binarias del ordenador me acaban de borrar mis líneas y me dejan un buen enfado encima. De modo que resumo. He subido con Jesús, “Trucho”, hasta el Cancho de la Muela, para despedir el año bebiendo unos benjamines. Manolo está malito en casa y no nos ha acompañado. He pisado neveros en el ascenso siguiendo las huellas que me marcaba Trucho. En lo alto de la inmensa roca he mirado hacia el horizonte en todas direcciones y he sentido que el mundo se hacía chico, que me cabía en los brazos y que yo lo encogía un poco más para darle un abrazo agradecido. Me cabía todo el mundo, todo. Y me sentí contento por momentos, lo juro, me lo juro. Qué hermoso es no sentir rencor por nada. Yo sé que suenan ruidos por el mundo, que mi imagen no siempre es positiva, pero en esos momentos me refugié en mí mismo, y me vi más extenso.
Aún me queda otro paseo tranquilo cuando suelen las doce y el bullicio se apodere de todos los espacios. Bueno, de casi todos. A mí me dejarán un caminito oscuro cerca de la estación y allí andaré un ratito, por contraste, preguntándole al cielo qué tiene que decirme sobre la Nochevieja. Es paseo bien sabroso; lo sé por otros años.
Y en medio está mi madre. Iré a estar con ella esta tarde en Salamanca. Es ella mi otro mundo, una condensación de tantas cosas que me tiene cogida la medida y no me deja a solas ni un momento.
Así que desde el Cancho, desde la estación de ferrocarril de Béjar o desde Salamanca, me deseo y deseo a todo el que quepa en mi abrazo un feliz año. Pues eso.
miércoles, 31 de diciembre de 2008
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2 comentarios:
Igualmente Antonio. Que el 2.009 nos venga un poquito mejor, al menos en lo personal, que falta nos hace.
Un abrazo.
Que el 2009 venga como tenga que venir pero que nos encuentre preparados tanto para afrontar lo bueno y lo malo. Un besote gordo Antonio.
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