jueves, 4 de diciembre de 2008
EL FRACASO DE LA VIDA REAL
“Qué grima me provoca pensar, solo pensar en el mal moral y en el mal físico, en lo necesario y lo contingente, en la libertad o la necesidad, en los efectos y las causas, en el origen del mal y en la armonía preestablecida, en la gilipollez de que este mundo pueda o no ser el mejor de los posibles… ¡Basta!”
Así piensa Deyanira, el personaje que se revela en “Los papeles de agua”, la última obra de Gala. ¿He escrito alguna vez que este autor me gusta por la densidad de pensamiento más que por la estructura narrativa de sus obras? Seguramente tampoco será precisamente el mayor innovador formal de nuestra literatura, pero creo que su vida sustenta el tono de sus obras. Y, a día de hoy, es lo que a mí me interesa, lo que me da confianza y me mantiene en la aventura del texto. De hecho, lo leo con gusto y subrayo muchas de sus líneas y de sus ideas. Su sensibilidad me parece exquisita. Y su esquema mental también.
Por supuesto que este ser, Dayanira, desafiando la importancia del pensamiento, no está haciendo otra cosa que pensar y dar forma ordenada a estas ideas. Ya apunta a lo que será en páginas posteriores la base de su escritura y de su actividad: el significado y el valor de la creación literaria y del escritor como creador. Vieja dificultad esta. Y apasionante siempre.
Se escribe solo y solitario. Se escribe para uno mismo, pero, sin la presencia sentimental de los otros, uno corre el peligro de cansarse demasiado pronto. Y, lo más importante, al escribir estamos certificando el fracaso de la vida real y el intento de alcanzar otra vida nueva, acaso más densa y más clara.
Cerraré con otras palabras de la misma obra que apuntan es esa dirección: “Ver la vida literariamente no es cegarse a la vida, sino verla más clara. El que escribe no vive para contar: cuenta para vivir más y, de paso, contagiar más vida a los que leen. Escribir no consuela de nada: no, no cura, sino que reabre las heridas: es una llaga nueva por la que, como por un ojo, se ha de ver todo de nuevo; por la que, como por una boca, se ha de contar todo de nuevo; revivir lo que de veras no se ha sabido vivir.”
Eso, revivir literariamente, mentalmente, lo que no se ha sabido vivir. Acaso en una vida más densa, eso sí, pero siempre posterior a la vida real.
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