viernes, 5 de diciembre de 2008

SIEMPRE COMO REFUGIO



Diversas razones, aparentemente de menor importancia pero de peso sumadas todas, me han mantenido en estas tierras durante los días del puente. Otra vez será.

Con un poco más de tiempo por delante y con la tranquilidad del horario perdido, he paseado por las calles de Béjar y he bajado hasta el parque de la Antigua. La tarde-noche estaba limpia, las calles también, y la luz sepia ponía un suave contraste en la oscuridad que me hacía sentirme a gusto. Como la temperatura ha subido, la sensación de no ser un intruso en la calle me ha dejado con una serenidad y una lentitud en el paseo bien propias de otra estación. Qué gusto ver las luces salpicando el monte. Parecía como si en la ladera del Castañar se hubiera encendido un Belén y ahora estuviera iluminado. Después, la subida lenta por la calle Mayor y los comercios semivacíos, para mí siempre con la sensación de que este sistema es una locura y de que sobra prácticamente toda la parafernalia y el esfuerzo humano dedicado al mundo de las apariencias en vez de al mundo de las necesidades.

Y la noche siempre como refugio y momento de dejar unas breves palabras sobre la página en blanco. Nunca sé muy bien si son de simple escritura o de reflexión. Porque reflexionar, es decir, escribir, es para mí lo mismo. Y nunca sé tampoco muy bien si es por gritar que vivo o por dejar constancia de que, en realidad, no estoy vivo y yo lo sé.

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