viernes, 12 de diciembre de 2008

UN MINUTO DE VÍSPERAS

Las religiones monoteístas se sustentan en la afirmación de un dios único, eterno y supremo en todo. De este modo, el resto es un denodado intento de alinear cualquier pensamiento o actividad en la pirámide que conduce a ese dios y que desciende de él hacia el resto de los seres. Al ser humano, como al resto, le queda el consuelo de que, si encuentra el encaje, se abandona en una especie de paraíso de la perfección. En todo caso, siempre le quedará la voluntad del hacedor para compadecerse de él y para concederle la gracia y el lugar adecuado en la pirámide.

En ese camino descendente, ¿en qué medida se ve degradado y anulado el ser humano como autónomo y hacedor de su propia vida? La conciencia humana duerme y olvida, actúa y deja de pensar, se anula y se abandona. De aquí a lo del opio del pueblo apenas hay un pequeño paso. ¿Es inhumana la religión? ¿Resulta contradictoria con el progreso? ¿Conviene a la estructura del poder para que no se “disgreguen” sus elementos y se vuelvan díscolos y protestones? ¿Qué dice la Historia al respecto? Las luchas y las desgracias más terribles se han producido siempre entre los partidarios de las religiones monoteístas. ¿Por qué?

Qué diferente es el concepto de lo religioso de la concreción de las religiones. Y de las liturgias ya es mejor ni hablar, a pesar de su vistosidad. Y de los preceptos y de las jerarquías, buff. Y de Rouco y sus secuaces, bahhhh.

Y, a pesar de todo, las noches nos siguen asustando. Y el paso del tiempo también. Y el dolor nos sigue preocupando. Y la degradación también. Y los deseos de perduración, otro tanto. Y el olvido nos espanta. Y el grito de auxilio nos sale muy intenso. Y seguimos sumergidos en la duda. Y no damos por buena la realidad mostrenca y evidente. Porque hay mucha chapuza y no nos resignamos a dar por bueno todo. Y menos desde la explicación impuesta por los sátrapas. Y por eso volvemos tantas veces a darle vueltas a este casi infinito sinsentido.

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