lunes, 15 de diciembre de 2008

CUANDO YA SÍ ES VERDAD



¿De qué me sirve a mí proclamar a los cuatro vientos que la igualdad de oportunidades es esencial para la convivencia humana? En primer lugar tendría que estar convencido de que estoy ante una verdad, que se ha conformado en mí con un tejido teórico tal que, al menos la sienta como tal con más fuerza que la que me pueda arrastrar a pensar que no es verdad.

Pero, aun así, ¿es ya suficiente para considerarla verdad, una verdad activa que me obligue a conducirme en mi vida de una u otra forma? Es este un segundo escalón que no siempre se produce, por falta de compromiso o por puro egoísmo. Solo cuando accedo a él podré estar seguro de que esa verdad la poseo y la he incorporado a mi escala de valores. Para ello seguramente la tengo que haber practicado muchas veces hasta hacerla rutina y perderla en la inconsciencia y en el automatismo. Es entonces cuando ya no necesito plantearme su bondad o su maldad. Su puesta en práctica no admite vacilaciones ni recuentos teóricos, sencillamente empuja a obrar y ya está. Es como cuando se consolida una regla de escritura o de ortografía: “hablar” se escribe con hache porque sí, porque lo he leído y lo he escrito así mil veces y porque acaso en alguna ocasión hasta aprendí su etimología. Ahora no necesito acudir a ningún artilugio retórico. Mis manos se deslizan en busca de la hache y ya está. Los porqués empiezan a ser inútiles porque fueron útiles en otras ocasiones, cuando todo eran balbuceos y primeros pasos. De manera que no se anulan las búsquedas, pero sí se atemperan y se dejan dormir para dar paso a la actividad.

Acaso tú dediques demasiado tiempo a las preguntas y bastante menos a los verbos y a la actividad. Te lo debías plantear. Este mismo planteamiento para salvar otro minuto de la quema, sin embargo, te está embarcando en otro porqué y en otro ratito de teoría. Vaya por Dios.

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