domingo, 7 de diciembre de 2008

OTRA VIDA CON NUEVAS DIMENSIONES



Cuando el álbum de un día lluvioso te recoge en casa, aprovechan la música y las páginas para llenar el tiempo, para incitarte a ellas, para soñar con ellas y velar otras imágenes más lejanas, y algunas muy próximas, tanto que ya se asoman.

De modo que mejor la vida que la creación y mejor que la lectura. Seguramente. Los platos segundo y tercero siempre sustituyen al primero y, cuando uno los coge con demasiado apetito, es que algo ha fallado en el primero. Pero también se afirmaba que se creaba para crear más vida y acaso más intensa que la otra, e incluso, en un alarde de solidaridad o de chantaje, para repartir vida entre los demás.

El caso es que hay vividores que no pueden sentirse viviendo si no es con la creación, porque es en ella donde sienten el cuajo de la sangre, la vida en borbotones, el cuajarón caliente, el miajón más profundo, el pálpito más denso.
Y así es como se ve nacer y crecer otra vida con nuevas dimensiones, una vida que salva y que condena, que encierra y que condensa, que enseña los detalles, que salva de la quema al menos un minuto, que purifica o enfanga pero que no clora sin más, que analiza y descubre lo que no se esperaba, que confirma o evita los mejores presagios, que mete el fotoshop a lo gris y anodino, que va y viene a su antojo a despecho del tiempo y del espacio.

Del intento tal vez se vuelva sin lana y trasquilado porque nunca se sabe cómo acabará todo. Pero es que no es la meta lo que importa sino el aliento del camino, el soplo de sensibilidad que anima cada paso. Con un punto de aviso para las demasías pues el exceso tal vez lleve al desvalimiento y al abandono. Y entonces, coño, se vivirá más denso pero acaso hubiera sido mejor haberse quedado mojándose bajo la lluvia.

N.B. Luego llega Manolo con sus fotos y me hunde en la miseria al compararlas con las mías. Ahí va una suya. Gracias, amigo.

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