sábado, 8 de marzo de 2008
DIARIO DE CAMPAÑA 16
JORNADA DE REFLEXIÓN
Claro que conviene que reflexionemos. Hasta unas casualidades me han impedido salir al campo, lugar muy propicio para que la mente se serene"y vista de hermosura y luz no usada". Pero estoy en mi terraza. Y ahí abajo veo la mitad de esta ciudad estrecha, la parte más moderna, llena de gente que pulula por las calles, andando o en los coches; y al fondo la sierra y las laderas, con la nieve, que se escurre y dice serenamente adiós -tal vez también ella baje reflexionando por los torrentes y riachuelos-, con los brotes que enseñan las hojas asustadas y miran sorprendidas a la incipiente primavera. Porque, entre otras cosas, ya es primavera en el Corte Inglés, y donde hay patrón no manda marinero. Todo el campo anda como en un silencio tenso. Pero la vida explotará, está ya explotando y una corriente de anhelos rugirá muy pronto en todas las latitudes.
Mientras esto sucede, tenemos que reflexionar. Tenemos que pensar qué ha sucedido en los últimos cuatro años, qué espíritu ha presidido las actuaciones de los diversos partidos y en qué condiciones queremos que se sigan produciendo. Tenemos que reflexionar sobre el talante y el rollete que queremos darle a la participación ciudadana y a la actividad diaria de cada uno de nosotros. Tenemos que sopesar si ha habido adelantos sociales que favorezcan la convivencia o ha habido formaciones que han entorpecido siempre cualquier soplo de cambio para abrir posibilidades. Tenemos que reflexionar acerca de la situación de tantas personas sin voz que siguen o no siguen contando para la vida diaria. Tenemos que pensar cuál es el modelo de vida que nos apetece y en qué queremos invertir los esfuerzos. Tenemos que sopesar en qué comunidad, o país, o nación, o Estado nos encontramos y qué queremos hacer con él. Tenemos que tratar de interpretar qué significa que el nombre de España no se nos caiga de los labios y luego no tengamos en cuenta las realidades que la forman, nos gusten más o menos, y las peticiones de los ciudadanos como bases de la misma. Tenemos que considerar qué ocurre con tantas personas que se las ven y se las desean para llegar a fin de mes y que ven lo de los mileuristas como un paraíso. Tenemos que reflexionar sobre qué es eso de los mejores y de los peores, sobre cómo se consiguen esas excelencias y cómo tienen que ser recompensadas. Tenemos que pensar qué significa eso de delegar en el voto demasidas voluntades posteriores. Tenemos que reflexionar sobre los grupos que componen la colectividad y no solo en nosotros mismos como sujetos de derechos y de deberes. Deberemos considerar qué es eso del voto útil. Tendremos que indagar en el sistema de representación. Y habrá que imaginar a esa niña con sus excelencias pero también con sus deficiencias y con sus realidades diarias, aquí, en cualquier sitio y en todas las condiciones. Tendremos que pensar por qué pensamos solo en los ciudadanos originarios de aquí y no consideramos la realidad de los ciudadanos de allá y hasta de acullá. Habrá que considerar por qué extraño motivo los votos de ciertos grupos sociales se acumulan un una opción y los de otros se van a otras bien diferentes. Y luego dicen que no se distinguen la derecha y la izquierda y que eso de los ricos y de los pobres es algo del pasado. Habrá que reflexionar sobre el valor que queremos darles a los ciudadanos de una comunidad envejecida, a los jóvenes que empiezan a ordenar su vida, a las mujeres que deciden algo tan doloroso como el aborto o a los enfermos que sufren en el dolor lo irremediable.
Tenemos que reflexionar sobre muchas cosas. La segunda parte resulta más sencilla. Cuando uno ha reflexionado, esto de la deposición del voto no es más que un acto mecánico, y el asunto de los personalismos y de las siglas se deja para los forofos, esos que, aunque en tantas ocasiones no están afiliados a ningún partido, actúan como si les fuera en ello la vida.
Y, si aún quedara algo de tiempo, acaso tendríamos que reflexionar sobre el valor de la amistad, sobre el paso del tiempo, sobre el sentido del ser humano, sobre la calidad de la convivencia, sobre la escala de valores que conforman al ser humano -tal vez lo del dinero sentiría pudor y se escondería-, sobre la extraña distribución de la riqueza, sobre el valor de la religión, sobre el significado de la familia, sobre la bondad o maldad del medio natural, sobre la rarísima distribución del trabajo, sobre la vanidad humana, sobre la permanencia de las cosas, sobre el valor real de la palabra, sobre los actos todos de la vida.
Hoy es día de reflexión. Mañana debería serlo también. Y el día siguiente. Hasta que nuestra cabecita nos dé de sí. Y ahora, silencio: a pensar.
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2 comentarios:
El asesinato de Isaías Carrasco me saca de la memoria el poema que, en 1955 y bajo represión franquista, escribió Blas de Otero, también vizcaíno:
“Me llamarán, nos llamarán a todos.
Tú, y tú, y yo, nos turnaremos,
en tornos de cristal, ante la muerte.
Y te expondrán, nos expondremos todos
a ser trizados ¡zas! por una bala.
Bien lo sabéis. Vendrán
por ti, por ti, por mí, por todos.
Y también
por ti.
(Aquí no se salva ni dios, lo asesinaron.)
Escrito está. Tu nombre está ya listo,
temblando en un papel. Aquél que dice:
Abel, Abel, Abel...o yo, tú, él...”
Jésu:
Ziempre, ziempre había creío yo, que era una canción de Paco Ibáñez. Mucho después, incluso después del “Orinal transparente con patitas de colores” (¡Vaya título para un libro surrealista!) me introdujiste tú en Blas de Otero. ¡Acojonante el paso del tiempo!
Vaya recuerdos, París, Rue San Denis, Pigalle, el mercao de la Pulga. El Olimpia . Y debajo del foco entre aquellas tramoyas destartaladas, Paco Ibáñez dándole. Y de detrás, en lo alto del gallinero el dinamita de turno gritando: “Amnistía”. Por la noche paseo por “Los ques de la Sena” para, con unos pelos así de largos y una guitarra en ristre llamar “petí burlluá” a los pobres labriegos de “la campañ” que se estaban dando en sus merecidas vacaciones un paseo en un“bató guestogán” ¡Oh tempora, oh mores!
La muerte de los héroes está reservada a un tanto por ciento muy pequeño. La gran mayoría descendemos de cobardes y de putas, y moriremos de cualquier manera. !Y como la traída a cuento, en poesía es insuperable, rememoro una prosa:
¡Ay! – Respondió Sancho, llorando-: No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un nombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Abrazos.
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