Cada día la vida nos ofrece ejemplos en los que mirarnos para reflexionar. Nada nuevo bajo el sol. El ser humano se va manifestando en esas pequeñas cosas que configuran su pasar por este sitio tan extraño que es la vida.
A mí, en general, no me interesan tanto los hechos concretos como las actitudes, es decir, las conductas, o sea, las acciones repetidas. Los medios -otra vez los medios- se suelen detener en la visualización del hecho concreto y se olvidan de las tendencias, porque hay que analizarlas y eso cuesta trabajo y tal vez hasta haga pensar. Y eso es peligroso. Y vende poco porque es menos espectacular. De ese modo, le sacan las asaduras a cualquier hecho espectacular aislado pero al día siguiente ya no se acuerdan ni de su existencia.
En el último discurrir diario hay dos ejemplos que ilustran creo que muy bien lo que apunto.
El alcalde de Valladolid se ha despachado con unas manifestaciones groseras de todo punto y hasta procaces contra la joven ministra de sanidad. Yo invitaría a analizar la trayectoria de este señoraco de Fachadolid y no haría solo sangre de estas palabras concretas.
El escritor Pérez Reverte ha afeado la conducta del ministro saliente de asuntos exteriores por haber llorado en público en la despedida. De nuevo, el hecho concreto no es lo que más me interesa sino lo que pueda encerrar como actitud vital y como comportamiento. ¿Hacia dónde apunta este ser? ¿Qué conducta puedo esperar de él tras estas palabras? ¿Qué pensaría de mí un sujeto semejante?
Las tradiciones y los argumentos sociales no escritos apuntan a un ser masculino serio y tentetieso, sin desmoronarse nunca, ejemplo de fortaleza ante la tribu y guía y protector de cualquier debilidad. Así andamos.
Pues yo reconozco llorar con mucha frecuencia, venirme abajo en la emoción varias veces cada día, sentir que me descontrolo, incluso físicamente, con una repetición tal vez desmesurada. Yo mismo me descubro a veces en el intento de frenar esas expresiones físicas porque los contextos parece que me lo piden e incluso porque la acción que esté desarrollando no puede continuar, sobre todo si se desarrolla con más gente.
Pero ya está bien de sujetos encarados que no se doblegan ante nada. Tal vez por eso este sujeto ande con esa expresión agriada y ácida, aceda, áspera y avinagrada, desabrida, abrupta y hasta escarpada físicamente. ¿Este individuo conoce lo que es una emoción? Tal vez se le secaron todas en sus corresponsalías de guerra. Quién lo diría. Uno hubiera esperado que se le hubieran quedado los ojos húmedos para siempre al contemplar tanta injusticia y tanto dolor. No parece que sea el caso. ¿Será que no organiza en sus novelas las emociones de sus personajes? ¿Será por eso por lo que los sitúa tantas veces en escenarios bélicos, pendientes casi siempre de dar mandobles físicos en vez de dar mandobles de ternura y de sentimientos?
Estoy hasta los huevos de aquellos creadores para los que vale todo con tal de dar la nota y de hacerse con ello notar. Sobre todo con aquellos que no lo necesitan para nada pues ya tienen el saco bien colmado de divisas. Esas rebajas a la complacencia y al esnobismo me parecen más barriobajeras cuanto más alto veo el origen y el tejado del que descienden.
A mí este ser todavía no me ha hecho verter ni una sola lágrima. Sus últimas manifestaciones solo me han producido malos humores y un desprecio muy grande.
jueves, 28 de octubre de 2010
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1 comentario:
Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:
Le habla una llorona, a ratos y a veces. Estoy orgullosa de ello, aunque a veces me cause problemas, viendo una película en compañía, leyendo un poema, etc., etc..
Mi abuelo paterno, al que adoraba, era un gran llorón. Así que como ve es cosa de familia.
Me gusta como escribe, en prensa, Pérez Reverte. Tengo en casa casi todos sus libros, aunque no he leído ninguno, pues no me gusta la novela histórica. Me gusta la historia, y considero que lo otro es despistar.
He leído sus palabras sobre el ministro Moratinos, y le diré que estoy de acuerdo con Pérez Reverte, en todo su contenido. Totalmente, las comparto desde la primera hasta la última.
- En cuanto al alcalde de Valladolid, no cabe duda que es un grosero. Pero he medido sus palabras, y no llegó a decir lo qué pensaba. ¿Qué pensaba?. Yo no sé lo qué pensaba. ¿Qué piensan que pensaba?.
Hay cosas más importantes. Los que conozcan al alcalde, y los que le dieron su voto ya sabrán que no es, lo que se dice, un poeta refinado.
Pero hay tales barbaridades y problemas, actualmente, sobre el tapete que entretenerse en ésto es marear la perdiz.
Saludos. Gelu
P.D.: Si entra en el blog del Sr. De la Vega -comentarista de La acequia- encontrará una versión que le he puesto de 'La llorona', de Lila Downs, y de otra de Jaramar, que había puesto él previamente.
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