viernes, 15 de octubre de 2010

LOS MINEROS DE LA PROVIDENCIA

Parece que ha terminado con éxito total el rescate de los 33 mineros sepultados en una mina de Chile. Dicen que unos mil millones de personas pueden haber seguido en directo el rescate. Todo un acontecimiento mediático. De nuevo lo que los medios magnifican y lanzan al espacio es lo que existe, lo que condiciona la actividad, lo que mueve las conciencias, lo que crea opinión, lo que conduce a las comunidades. Como para no tener recelo con eso de los medios…

El asunto ya parece que está dando para un millón de posibilidades: entrevistas, películas, ofrecimientos de todo tipo… Medios y más medios otra vez. Qué asquito.

Me llama la atención un hecho en todo este follón. Se trata del asunto religioso. He visto salir a los mineros con un peto en el que había inscripciones religiosas, los representantes de las iglesias allí implantadas quieren adjudicarse la paternidad de la intermediación ante el Dios correspondiente, en este caso el cristiano, las primeras manifestaciones de los rescatados también apuntan en este sentido, las de los familiares y autoridades durante estos dos largos meses otro tanto…

Me gustaría mirar todo este asunto con serenidad y sin reduccionismos pero también con los espasmos que me proporciona la razón al observar cómo el ser humano -tal vez cualquiera- se refugia en ideas religiosas en cuanto se halla desasido de las fuerzas que más visiblemente lo atan a la vida y a la naturaleza.

Esto de dejarlo todo a la actividad providencialista provoca demasiadas dudas; y, sin embargo, es lo que se ha producido aquí y se produce en tantas ocasiones, también cerca de nosotros.

¿Qué puedo yo reprochar de la actitud de unos seres que se encuentran indefensos y con escasas posibilidades de solucionar sus dificultades perentorias desde los criterios de la razón y de la ciencia? Seguramente nada. Al fin y al cabo, la razón es también tan limitada…

Pero asusta dialogar del asunto sin esas necesidades inmediatas y fuera de lo acuciante de cada caso.

Desde ese pender de un hilo providencialista, los favorecidos se llenarán de gracias y promesas por haber sido elegidos en esa salvación, y quedarán marcados en forma de novenas, procesiones y cofradías para el resto de sus días. Pero qué visión tan pobre entonces. ¿Qué estarán pensando, desde esa misma visión, las familias de todos aquellos que quedaron sepultados en la mina en tantas otras ocasiones? ¿Acaso en esos no pensó Dios? ¿Qué tenían estos que no tuvieran aquellos? Si se apela a aquello tan difuso de que los designios de Dios son infinitos y al hágase tu voluntad, no habría ni que entristecerse ni que alegrarse en ningún caso pues todo estaría bien o mal siempre, lejos de nuestras opiniones. Las posibilidades humanas se habrían empequeñecido hasta deshumanizarse y quedarse en un sí señor y un mande usted. Vaya un pan que habríamos hecho.

Y, si nos permitiéramos indagar sobre las causas de por qué en unos casos la solución es positiva y en otras negativa, ¿no descubriríamos a un Dios jugando con nosotros como al ratón y al gato, como tirando una moneda al aire o dejándose ver según la dirección en la que sople el viento? En ese caso, el que quedaría degradado hasta lo insoportable sería precisamente ese Dios en el que tanto confían los más providencialistas, pues se trataría de un ser caprichoso, veleta, inconsistente, arbitrario y perdonavidas. Esto no es serio.

¿No sería mejor que pensáramos serenamente en las causas racionales que han derivado en la situación minera en Chile y en tantos otros lugares, en que toda esta operación ha sido un alegre triunfo de la técnica y del esfuerzo humano, y en aplicar las medidas racionales para que, en la medida de lo posible, no se vuelvan a producir?

Que los mineros se exalten lo que quieran, que cosan sus emociones a lo que mejor les consuele, que los demás no se aprovechen de las debilidades humanas con patrones deshumanizadores y de interpretación tan encogida.

Y otra vez la mirada a lo más próximo, porque, aunque no sea en minas, el esquema es el mismo muy cerca de nosotros en casi todo lo que nos ocurre.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

En casi todo lo que nos ocurre... es cierto, nos asimos a un clavo ardiendo, no hay un patrón para cada persona, la religión puede ser uno de ellos.... quizás el más cómodo y menos exigente, me gustaría saber de donde sacarías tu energía en caso de necesidad.¿Es mucho pedir?

PENELOPE-GELU dijo...

Buenos días, profesor Gutiérrez Turrión:

Le pongo una canción, que creo resume su escrito.

http://www.youtube.com/watch?v=y9orT1dgPIQ

Saludos. Gelu