En los Pinos, el cielo andaba gris y la mañana fresca, que lo he visto yo con mis propios ojitos y lo he sentido en mi piel. No he oído a nadie, ni a los pájaros, hablar de ningún partido de fútbol ni de las primarias madrileñas. Allí se habla de luz y de colores, de aire y de sonidos, de agua y gravedad, de senderos y fuentes, de matas de castaños, de pinos y de cielos, allí las ideas circulan sin semáforos y se dan la mano para ordenarse limpias y sin aristas.
Pero he vuelto a mi casa y el conducto infinito de Internet me vomita opiniones, resultados de fútbol, deportes a gogó, titulares babosos y repletos de inquina, negocios y negocios, y después más negocios.
Me siento y me recreo escuchando algo de música. Es un fondo que de nuevo me aleja de opiniones menores, de expresiones bífidas y de intereses bastardos y particularizados hasta la contradicción y la impudicia. Repasar los titulares que se le dedican hoy a los resultados de las elecciones primarias en el PSOE de Madrid puede ser un buen ejemplo de lo que digo.
Uno tiene casi la seguridad de que lo único que juega son las personas y de que, otra vez, el encumbramiento de uno supone obligatoriamente la demonización del adversario. A casi nadie parece importarle nada que no se visualice en ganadores y perdedores de carne y hueso.
Uno, desde su torpeza, sigue pensando que se deberían dilucidar otros asuntos tales como la carga ideológica de cada aspirante, las posibilidades de ganar o perder, la democracia en la elección, el funcionamiento interno de los partidos políticos, los momentos en los que se producen estos procesos… Y que este ejemplo sirva de trampolín para reflexionar acerca de lo que un procedimiento como este supondría en todas las agrupaciones y en todos los tiempos.
Pues no hay casi nada de eso; aquí las balas enseguida apuntan hacia unos y hacia otros como si fueran ellos (y los juzgadores, claro) los únicos que se jugaran los garbanzos en todo este asunto. Después no es de extrañar que los “ganadores” caigan continuamente en la tentación de sacar pecho y de personalizar ellos también los resultados y de convertirse en conseguidores y personas que han llegado hasta no se sabe dónde por sus propios méritos.
Yo suelo jugar a perdedor, pero esta vez he ganado en la apuesta. ¿Qué me jugaba yo aquí? Aparentemente nada pues yo no vivo en Madrid, aunque la visito y la considero, yo también, rompeolas de todas las Españas. ¿Entonces, por qué la apuesta? Sencillamente porque me apetece que se rompan las inercias que marcan la vida de todos los partidos, según las cuales, cualquier propuesta que proceda de centros de decisión tiene el plus de la bondad, mientras que las iniciativas que se sugieren en las bases se las ven y se las desean para abrirse paso. Y todo ello sin tirar cohetes porque aquí el candidato ganador también estaba instalado en otro aparato, aunque más pequeño y un poco más al alcance de todos. Por lo demás, bien poco me importa un rostro u otro distinto. Lo que interesa es una ideología plasmada en un buen proyecto, y, a su servicio, las personas más valiosas. Ellas aportarán en ese momento sus mejores energías a su desarrollo y al bien común que deben propugnar. Y en la ocasión siguiente vendrán otros, que lo intentarán de nuevo, con renovadas energías. Y los personalismos, al carajo, sobre todo cuando las consecuciones se producen sin igualdad de oportunidades, o sea, casi siempre, o siempre.
Mientras tanto, cielo y nubes, árboles y agua, viento y luces… Y un poco de honradez en la epidemia que puebla las aceras.
lunes, 4 de octubre de 2010
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1 comentario:
Totalmente de acuerdo. Para mi lo más importante no es ganar por ganar, la victoria política sin un programa detrás que refrende una ideología, no sirve de nada.
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