Buscaba soledad en el silencio y se encontró la muerte y el abismo danzando en las laderas de aquel bosque sombrío. Pensó en quedarse allí por si las gotas del cielo de la tarde le saciaban la sed que le amargaba y se encontró rayos de sol por todos los caminos. Buscó saciar la sed con sus propios sudores y entró en su propio silencio y en su propio cuerpo.
Desentrañó los muebles de la puerta dándoles sitio para que hicieran cuerpo y vio que era sencillo, que trababan conversación amena entre las sillas y las mesas, que se extendían los brazos y acogían las llamadas de todos los que hasta allí se acercaban.
Pero siguió adelante y entró en sus aposentos. Allí encontró terrenos con muy buena simiente, surcos abiertos y aceñas con agua. Eran campos de azúcar y de avena, de trigos y amapolas. Y estaban sin sembrar, pues nadie había extendido la semilla ni había aricado el borde del terreno.
Se tendió a contemplarlos y se sintió contento de ser señor de aquellas posesiones. Y asentó la mirada y pensó en darles forma y en arreglar los predios y baldíos, en sazonar los frutos, en recoger cosechas y en hornear los panes.
Y se quedó dormido y en silencio, soñándose vecino y labrador, humilde y encalado en sus paredes.
Y se vio más adentro, en una choza limpia y aseada, sin apenas aperos de labranza, solo con brazos fuertes y dispuestos, ajenos a las luchas y disputas, rudos y campesinos, tostados por el sol de cada día, cansados en la tarde, serenos y amorosos cuando la luna alzaba su figura.
Y dijo aquí me quedo, tranquilo y olvidado, sin cuidados ni penas, con mi cuidado al turno de los surcos, con mis campos, mi luz y mi contento.
Y aquel bosque lejano se cercó de silencio y se perdió sin señas en los brazos del tiempo.
domingo, 24 de octubre de 2010
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1 comentario:
Buen sueño para estar despierto.
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