jueves, 21 de octubre de 2010

NUEVAS CARAS...

Se acaba de producir en este país un cambio de Gobierno que ha venido como a variar el paso de la marcha diaria, como a echar a la calle a una nueva tropilla de majorettes a las que todo el mundo mira desde la puerta de sus casas y de sus lugares de trabajo. Cuando esto se produce, poco importa todo lo demás que se cuece en las aceras de la rúa ni en los corrillos del ágora, pues todo el mundo vuelve la vista y se olvida de sus quehaceres y de que el puchero sigue puesto a la lumbre.

Sigo pensando que, aunque la importancia del tipo de bueyes que tire del carro sea importante, sigue siendo más importante el tipo de cargamento que lleve el carro dentro de sí. Para el caso, sigue preocupándome más la ideología que sostenga a las personas del Gobierno que sus caritas y que sus gestos. Y no estoy muy seguro de que haya cambiado nada al respecto. ¿Dónde están las declaraciones o las proclamas? ¿Qué principios se ha dicho que quedan derogados o que se van a incluir en la nueva actividad? Nada de nada. Todo se nos va en nombres y en caras, en valores personales y en currículos, en designaciones a dedo y en confianzas, en corralitos y en focos de poder. Es todo un poco deprimente.

Vuelvo a proclamar que, hasta que no logremos ver por encima de todo un cuadro bien articulado de ideas y de propósitos -es decir, una ideología- y no tengamos la seguridad de que su puesta en práctica es obra de muchos y no de unos pocos, y de que, incluso para los puestos del Consejo de Ministros, existen reservas abundantes y posibilidades variadas, y que los que están lo hacen de manera accidental y nunca deberían sacar pecho, no habremos adelantado prácticamente nada.

Porque personalizar tiene como parte inevitable, entre otras cosas, enfrentar a entrantes con salientes y establecer una especie de pelea -agrandada hasta el espectáculo deplorable por los medios de comunicación- que no conduce más que a malos modos, a peores caras y a desgarros irrecuperables. Esta es la pasta y la carne para los medios de comunicación, con ello logran el morbo y la publicidad, con ello se sufragan y con ello engordan su cuenta de beneficios. Y a ello se somete todo el mundo, la derecha y la izquierda, en forma de felicitaciones, de celebraciones y de sacapechos. Y de olvidos, y de olvidos: los que se van son pasto de las llamas y del olvido desde el mismito día siguiente.

A mí me deja todo un poso agridulce y como de carnaval continuado.

Pero como todo es cuestión de grados y a mí no es fácil pillarme en los dogmas ni en los conceptos absolutos, no quiero tampoco pensar que las caras que habitan las ideas son las mismas ni potencian los conceptos de la misma forma. Hay, en este sentido, dos nombres que me complacen y de los que espero mucho. Son Rubalcaba y Ramón Jáuregui. Se trata de dos veteranos bien bregados y con las ideas bastante claras, con experiencias en conversaciones, en gestiones múltiples y con unas ideas sociales bastante visibles.

Es verdad que hay una parte visible de relación y enfrentamiento verbal directo entre los representantes de los partidos. En este sentido, el PSOE ganará mucho con Rubalcaba, orador fino y muy inteligente. La visión primera del ciudadano cambiará un poco y es que, por desgracia, esta primera impresión es casi la única que vale. Jáuregui es un hombre templado pero también con ideas claras y con una trabazón lógica que me complace.

Hay otras caras que acceden a puestos ministeriales a muy temprana edad ante las que estoy muy expectante y en las que no confío demasiado. Corren el peligro de fiarlo todo a las lealtades personales y al entusiasmo desbordado en detrimento de la serenidad y de la sensatez. Veremos qué pasa.

El resto de claves: sucesorias, de generaciones, de repartos de poder y de todas las demás gaitas, me traen sin cuidado.

Hay que volver a analizar el sistema en el que andamos embarcados. Y afrontar sus cambios con serenidad pero también con energía. Eso sí que es más importante que unas caras de más o de menos. Entre otras cosas porque cualquier cara se va degradando con la repetición y con el paso de los días.

En fin, que en ello andamos, con el tranco a destiempo, como siempre, con un paso para adelante y otro pasito para atrás, bailando al son que marcan los mercados y nuestra flojera mental continuada.

Menos mal que Sara me llama Abu por el móvil, me reconoce y se alegra, y hasta la oigo lloroncita porque no me ve físicamente al lado de la voz de su teléfono. Esta sí que es un fenómeno y va a repetir como cabecera de cartel en todas las legislaturas.

2 comentarios:

Jesús Majada dijo...

Sin embargo, a veces es imposible no personalizar.
Hoy mismo el alcalde de Valladolid se despacha con unas declaraciones obscenas y repugnantes. ¿Cómo se puede ser, además, tan torpe? ¿Quién vota y sigue votando a semejante individuo?
Hoy mismo, aunque en otro plano, también el presidente del Gobierno, el mismo día que suprime el Ministerio de Igualdad, se ha despachado con un “miembra” referido a De La Vega: torpeza, desafío, provocación… ¿Para qué?

mojadopapel dijo...

Entre el "abu" de tu nieta y el "ela del mio, tenemos la abuelez completa...jeje.