martes, 26 de octubre de 2010

"DECIDME CÓMO ES UN ÁRBOL"

Otra vez fue la casualidad o la aplicación de esas cuatro reglas oscuras y veladas que rigen nuestra vida sin que nos demos cuenta lo que me puso en contacto con un texto que había casi olvidado.

Hace por ahora un año que dimos en Béjar el Premio a la Libertad a Fernando Macarro, “MARCOS ANA”, ese preso eternamente preso y eternamente joven, del que yo no conocía ni su existencia y que me cautivó con su verbo torrencial, con la simplicidad de su exposición, con la generosidad de sus ideas y con el fondo de coherencia y de verdad de todo lo que decía.

Ayer cayó en mis manos su obra “Decidme cómo es un árbol”. A este título acompaña este subtítulo tan aclaratorio: “Memoria de la prisión y la vida”. La promesa del año anterior de adquirirlo y de leerlo había quedado en el olvido.

Pues todo fue tenerlo entre mis manos, venirme para casa y abrirlo. Trescientas setenta y nueve páginas más dos bloques de fotografías. En menos de veinticuatro horas he dado fin a su lectura.

Se trata de un testimonio directo acerca de las peripecias carcelarias, del ambiente prebélico y bélico, del fondo social que explicaría estos hechos y de la vida posterior a la prisión, desde principios de los años sesenta hasta el comienzo de la democracia.

El texto me resulta apasionante porque suma toda una serie de factores en positivo hasta llenar un panorama desgarrador y a la vez emocional e impulsivo. El autor tiene tiempo de pasar media vida en la cárcel (23 años) como preso político con dos penas de muerte a cuestas, pero de vivir otra media con toda intensidad y como representante no solo de su vida sino de todos aquellos que padecieron, y en qué condiciones, la privación de la libertad. De este modo, ya en vida, se ha convertido en un símbolo viviente de toda una actitud vital. Aún sigue pregonando por ahí sus convicciones y sus ideales con una fuerza que sobrecoge.

Pero se suma también el ambiente social y emocional de todos los encarcelados. Y Marcos Ana tiene muy claro siempre que él no es más que uno de ellos, que le ha tocado representarlos pero que el ideal lo personificaron todos. Es una actitud que le honra y que lo engrandece.

Su actitud personal nunca es de venganza, ni siquiera de rechazo, sino de respeto a todos los que piensan de forma diferente a la suya. Esta idea queda clarísima a lo largo de todas las páginas. Solo pide que lo dejen defender libremente sus ideales y su forma de entender la vida.

Recoge el libro, como no podía ser de otra manera, la red de relaciones entre los miembros del PCE en el interior y en el exterior, tal vez la última gran red de solidaridad y de ayuda del mundo moderno.

Y todo el libro está salpicado con la prosa directa de un autodidacta que va creciendo incluso a medida que va escribiendo el libro. Y lo hace en positivo, aunque siempre desde la emoción de la primera persona y desde la sinceridad de quien se reconoce como uno más de tantos otros.

Salpican las páginas bastantes de los poemas que el autor considera oportunos y fundamentales en su trayectoria. También en ellos se resume el carácter y la tensión emocional de la vida del autor. Algunos son tan directos y atractivos como este:

LA VIDA

Decidme cómo es un árbol.
Decidme el canto del río
cuando se cubre de pájaros.
Habladme del mar, habladme
del olor ancho del campo,
de las estrellas, del aire.
Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves,
como la choza de un pobre.

Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor, no lo recuerdo.

¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?
¿O solo queda esta fosa,
la luz de una cerradura
y la canción de mis losas?

Veintidós años… Ya olvido
la dimensión de las cosas,
su color, su aroma… Escribo

a tientas: “el mar”, “el campo”…
digo “bosque” y he perdido
la geometría del árbol.

Hablo, por hablar, de asuntos
que los años me borraron

(no puedo seguir, escucho
los pasos del funcionario)

Todo un testimonio de emoción y de ejemplaridad. A mí me ha ocupado emocionalmente a tiempo completo y con una enorme intensidad estas últimas veinticuatro horas. Espero que deje poso suficiente como para aspirarlo durante más horas y más días.

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