viernes, 22 de octubre de 2010

EL OTRO TIEMPO

A veces me rondan las palabras de Juan de Mairena cuando reflexionaba y decía lo que sigue: “Aprendió tantas cosas que no tuvo tiempo para pensar en ninguna”.

No sé si el ser humano no se disgrega a diario dejándose llevar por lo que se le propone desde cualquier ventana y se queda en la descripción sin llegar casi nunca al análisis y a la composición. Tal vez tampoco haya que exigirle lo que no puede dar pues todo se sustancia en un espacio y en un tiempo, y las posibilidades son las que son.
Pero como estamos de nuevo en el parámetro de los grados y de las posibilidades, lo que se considera es la posibilidad de acotar terrenos y de ahondar un poco en lo que son principios y no solo excrecencias inanes y sin contenido. “Adentro”, decía Unamuno, y yo repito.

Ese despertar brusco que te lleva al espejo y a la ducha con prisas, al desayuno con urgencia, a la calle con rapidez y al trabajo con impaciencia; esos descansos rápidos, esas comidas en paréntesis, esas ocupaciones apresuradas, esas opiniones banales para pasar el rato con lo más a la vista, esas vueltas a casa después de la jornada con el sonsonete de lo que nos acotan las ondas y las páginas, ese descanso aburrido frente al televisor, con las noticias tontas, con las imágenes tontas, con los esquemas tontos; y esa vuelta a la cama con las ideas confusas, con las imágenes inalcanzables de esos mundos ilusos, con la esperanza puesta en ninguna esperanza, con la certeza de un día que se ha hundido en la noche como todos los otros; y ese vuelta a empezar de cada día con los mismos esquemas, con los mismos caminos, con las mismas imágenes, con las mismas ideas, con los mismos horarios, con idénticas dudas, con idénticas certezas de que nada es seguro, de que acaso hay que hacer según como nos digan, porque ya serán ellos los que mejor y más saben y porque tal vez tendrá que ser así si ellos lo dicen…

Al otro lado existe el tiempo que se aquieta y se individualiza, que se deja coger por sus crines para embridarlo y para hacerle saber que por él caminamos, que queremos hacernos caminantes seguros y conscientes, que miramos y vemos, que paramos y vemos, que sentimos y vemos. Liberar tiempo libre es tarea estupenda para sentirse libre, para sentirse hombre, para sentirse nada, para ir y venir con la cámara a cuestas, para ser más conscientes de lo inútil de todo, del sinsentido cósmico de todo lo que cabe en nuestra cámara, del transcurrir en plan ejecutivo de las oscuras directrices que alimentan la vida, de lo apartados que andamos de las leyes del cosmos, de lo absolutamente prescindibles que resultamos para un átomo de piedra en la ladera…

Y para, a pesar de todo, violar la vida en sus principios, reconocernos uno y multitud, ver venir a los otros en el mismo sendero, reírnos con tristeza de lo que dice el tiempo, hacer una parcela con resguardo del frío y de la lluvia y en ella dar cabida a todo el que se acerque con las manos bien limpias y el corazón abierto. Porque es bien evidente que pasamos solo un suspiro en la tierra pero, a pesar de todo, podemos ser eternos si sabemos dividir el tiempo e intensificarlo desde nosotros mismos.

Dejadme que repita esta palabras: “Porque esto es la poesía: dos soledades juntas / y una verdad que ordena tu vida con mi vida”.

1 comentario:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:

Hay tanto para aprender de Antonio Machado, que hay que tener siempre los libros a mano.
Apunto el donaire del maestro Abel Martín que recoge Juan de Mairena, y que usted nos trae hoy.
Y, a cambio, copio:
VI- (Proverbios y consejos de Mairena)
(...)”Hay hombres que nunca se hartan de saber. Ningún día –dicen- se acuestan sin haber aprendido algo nuevo. Hay otros, en cambio, que nunca se cansan de ignorar. No se duermen tranquilos sin averiguar que ignoraban profundamente algo que creían saber."

Saludos. Gelu

‘Soledades juntas’ título del libro de poemas de Manuel Altolaguirre, (fallecido en Burgos).