Qué malas sensaciones cuando termino un curso y tengo que juzgar a los que han estado conmigo. Es casi proverbial mi empeño en suspender al menor número posible de alumnos. A pesar de todo, siempre se me escapa un pequeño número que no sé por dónde agarrarlo y que, en términos numéricos, terminan fracasando, o sea, suspendiendo. Con ellos fracaso yo también. Y fracaso en todos los sentidos. Por no alcanzar los objetivos esperados, porque no creo en este sistema de clasificación y sin embargo, aunque sea de aquella manera, lo aplico, porque tal vez yo no me evalúo como los evalúo a ellos, en fin, por muchas cosas.
Hoy me ha vuelto a suceder lo mismo. Sé que si contara cuál es el porcentaje de suspensos la gente se reiría de mí. Pues, a pesar de todo, me siento un poco desazonado y con sentimiento agridulce.
Como además me noto bastante cansado y poco ágil de mente, pues creo que estoy un poco saturado de asuntos pendientes, se me encoge la sesera y voy dejando pasar el tiempo esperando que escampe y me vuelvan las fuerzas. Tal vez será mañana mismo. Ojalá.
martes, 1 de junio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario