miércoles, 30 de junio de 2010

"...DEL ÚLTIMO VIAJE"

Ayer se produjo mi despedida oficial de los colegas. Había programada una reunión final de revisión, análisis y programación de las actividades de septiembre, eso que tradicionalmente se llama un claustro.

Cuando salí de casa era consciente de que lo hacía por última vez en misión “oficial”. La rutina ha presidido los últimos años el trayecto que me llevaba de casa al trabajo. Me gustaba ir siempre caminando pues no tardaba mucho más de diez minutos. Ese espacio de tiempo me servía para ponerme un poco al día física y mentalmente. Casi siempre las mismas caras y los mismos edificios. Me parece totalmente normal.

Ayer no hubo nada distinto y todo fue especial. Atravieso la plaza y miro al cielo. Todo despejado y limpio. Casi nadie en ella. La tienda de la esquina abierta, como casi todas las horas del día, con Rogelio y su mujer, que se van volviendo también viejos con los años y que han dejado todas las horas de su vida y más entre esas cuatro paredes desde que volvieron de no parar de trabajar en Suiza. Cruzo la calle lentamente, en un actividad mental que repito desde casi siempre cuando salgo de casa por la mañana. Son asuntos y modos propios pero que, en resumen, buscan una forma que me conforme y me sitúe en el deseo para ese día de querer y de ser querido como mejor estrategia para hacer de todo esto algo más habitable y un poquito más acogedor.

Hay una cuesta enfrente de la calle que subo lentamente. Miro hacia arriba y todo apunta hacia el horizonte. Pero es la única cuesta que tengo que salvar. Lo hago en mis devaneos, sobre la acera estrecha. Cuando culmino la ascensión, me aguardan el edificio de telefónica a la derecha y la ampliación del Hogar del Buen Pastor. En el Hogar renovado, hay algún anciano asomado a la ventana que lentamente se pone en pie y saluda al día. Me quedo mirándolo y me sobrecoge una sensación especial. No los conozco pero, por alguna razón que se me escapa, me resultan familiares. Mi ayuda en este Hogar tiene que llegar pronto, es una de mis cuentas pendientes para el nuevo tiempo libre. Aquí hay mucho que hacer y gente que lo necesita. No sé por qué me siento con la mirada especial, como si las paredes me quisieran hablar.

La calle se estrecha en la tienda de pinturas que hay a la derecha. Desde hace muchos años, los pintores que van a recoger su materia de trabajo hasta este establecimiento han sido mis compañeros de primera hora del día. Después las sedes del PSOE y de la UGT que tanta historia atesoran y en los que he pasado buenos ratos. Un grupo de obreros parece hacerse viejo arreglando unos metros escasos de calle pues llevan en ella varios meses y no logran darle fin. La lentitud parece que los acuna. En la acera izquierda se alza la casa de Adrián, el bedel amigo que sobrevive sin habla directa y que me emociona cuando lo veo de tarde en tarde.

Unos pasos más allá se yergue la iglesia de San Juan. La contemplan siglos de historia y ahora la veo vieja y grisácea, casi olvidada y silenciosa. Y el economato textil, cerrado también con su historia dentro y con sus pobrezas fuera.

La calle se estrecha aún más cuando me acerco a la Plaza del Mercado. Apenas quedan dos o tres puestos de venta en todo el edificio. En otros tiempos fue el centro comercial de Béjar. Ahora aguarda seguramente su cierre en el olvido. El sol luce ya en lo alto pero yo lo veo hoy todo un poco gris y ajado. Las casas no son nuevas, y las calles tampoco. En verano el silencio se hace más denso y contrasta con la alegría de los vencejos que dibujan alegres sus juegos en el aire.

El cine Castilla sigue derrumbado, la herrería de Cejuela se ha convertido en un edificio nuevo pero está pegado casi literalmente a las casas que le hacen frente y sigue sin habitarse. Las callejuelas siguen solitarias. Hoy ni siquiera he visto la figura de una mujer joven que casi a diario coincidía con mis pasos en dirección desconocida.

Pronto se me abre el horizonte en la plazuela que da sitio al cine Cervantes. Pero una pared entera sigue desconchada y sin visos de ser arreglada. Las cigüeñas de San Gil se han echado a volar y los nidos aparecen solitarios. Cuántas veces he saludado a las cigüeñas en las mañanas primaverales.

Ya no hay muchachos en la plaza de San Gil ni tampoco en los Portales de Pizarro: deben de estar descansando después del fin de curso. Algún despistado sale del café Piel de Toro con dirección indefinida.

De nuevo la calle se hace más angosta y se esconde en el silencio y en la calma. Un señor mayor sube lentamente arrastrando su vida. De repente doy frente a la Plaza Mayor. Me paro y miro hacia el edificio que se alza allá en lo alto. Es mi último día de actividad común. Repaso rápidamente algunas imágenes del pasado y todo se me viene encima como una catarata. También cruzo la plaza lentamente y subo la escalinata contando los pasos: doce hasta el primer descansillo, once hasta el siguiente, diez hasta la explanada. Me los sé de memoria. Hoy no había ningún estudiante sentado al sol en ellos.

He llegado con tiempo conscientemente. Quiero hacerme unas últimas fotos y le pido al bedel José Antonio que me sirva de fotógrafo. Su pericia y prontitud hacen el resto. Fuente, escalinata, patio, puertas… Recuerdos gráficos del último día.
Dentro esperaba un claustro rutinario y también especial para mí. Asuntos administrativos, datos tan necesarios como aburridos, y yo ya muy alejado de todo el contenido aquel.

Al final, despedida cordial y unas palabras de agradecimiento por mi parte. No me pudo la emoción aunque andaba un poco despistadillo. Por entonces procuré olvidar que aquello era el punto final a una trayectoria larga de trabajo. Regalos y aplausos de todo el profesorado y de los trabajadores de las demás secciones: secretaría, limpiadoras, bedeles.

Como no quería que aquello fuera solo protocolario, recordé en público cuatro cosas que, aunque no literalmente, sí en esencia fueron las siguientes:

a)Quiero empezar recordando en público algo obvio, mostrenco y aparentemente banal: el hecho de la jubilación es tal vez el único acto por el que pasamos todos en la vida laboral. Aquí no hay ni divisiones, ni grupos, ni circunstancias personales. Los más veteranos, los más jóvenes, los que comienzan ahora… todos terminarán su vida laboral con este hecho. Aunque pueda parecer un hecho de Perogrullo, me parece que se pueden extraer de esta constatación consecuencias muy importantes. Ese trabajo lo dejo para cada uno de vosotros.

b)Os doy las gracias por los regalos que me ofrecéis. En ellos llevo reglaos físicos pero también los llevo sentimentales. Espero que, cuando use los regalos, vuestro recuerdo esté también presente. Y que ese recuerdo dure más que el uso físico. Espero también que mi recuero perdure en vosotros.

c)Quiero pedir disculpas por los posibles errores que haya podido cometer en desarrollo de mi trabajo. Y lo hago ante vosotros pero también pensando en todos los compañeros que me han acompañado en esta tarea antes de ahora. Según a qué ángulo o a qué colectivo mire, tengo sensaciones diversas: a veces pienso que no deben de haber sido demasiados los errores y otras me parece que pude haber mejorado mi actuación. En todo caso, perdón por esos posibles errores.

d)En un día para mí solemne, pues marca el final de un proceso largo en mi vida, quiero proclamar en voz alta y en este contexto mi fe y mi convicción de que una buena educación es, a pesar de los pesares y de que los pesares pesan mucho, el principal pilar en el que se asientan el logro de cierta justicia social y el progreso de las comunidades. También el económico, aunque soy, ya sabéis cómo pienso, de los que todavía están convencidos de que todo lo que no son cuentas no son cuentos.

Permitidme que, a estas alturas y solo por una vez, os invite a pensar en ello y a que cada uno extraiga sus propias conclusiones.

Por lo demás, tanto para los que nos marchamos como para los que continuáis, que seamos todos relativamente felices. Muchas gracias a todos por todo.

Y después fue la comida, y otros regalos, y la charla, y la respuesta positiva, mejor de lo esperado, y el discurrir de la tarde en el paraje del Castañar, y el diluirse el tiempo, y las despedidas con el resquicio de ese impreciso nos veremos, y “un no sé qué que quedó balbuciendo”.

Hoy repito las gracias a todos desde esta ventana. A todos.

1 comentario:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:

¡Ay, cuando llegue ese día,
“...DEL ÚLTIMO VIAJE”,
aquel que usted,
queriendo quitarle importancia,
imaginó con antelación,
y con previsión,
eligió hasta el traje
que vestirá durante la eternidad toda,
y que convertirá su visión,
en aparición gratificante.

Usted sabe muy bien
que el de ayer no lo fue.
¡Lo repetirá tantas veces,
en la realidad y con el pensamiento!.

Hoy he querido subir a bordo
de mi nave imaginaria,
y he andado el mismo camino.
Me ha llevado bastante más de diez minutos.
La cuesta a ratos es pronunciada,
y he ido, lentamente,
reconociendo paso a paso,
las calles que usted detalló.

He estado a punto de entrar en la tienda
y saludar,
llamándoles por su nombre, a Rogelio y a su esposa.
Me habrían hablado de su estancia en Suiza,
de la nostalgia que sentían,
estando trabajando allí,
soñando, día tras día, con volver a Béjar.

En el Hogar del Buen Pastor,
en una ventana,
tras los cristales,
he distinguido a uno de los ancianos,
que me miraba curioso y sorprendido.
No me había visto antes.
En cambio a usted, le esperaba y
después de pasar, siempre tan puntual,
comprobaba la hora en su reloj.
Cuando les dedique un poco de su tiempo,
y vaya por allí, a hacerles compañía,
encantado se lo confirmará.

Luego he llegado a la casa de Adrián,
cuyas palabras son ahora
pensamiento y corazón,
guardadas en su interior,
y entregadas en su mirada.

Me hubiera gustado ver las cigüeñas,
pero estamos a uno de julio,
y no iban a estar esperándome a mí.
Tendré que volver en primavera.

Por el aire, los vencejos,
hoy también, incansables
y ruidosos, volaban
disfrutando de la vida.

¿No sería posible
aprender un poco de ellos,
y sólo viviendo el momento,
ser, ligeramente, más felices?.

Saludos. Gelu

P.D.: De acuerdo en el punto d.)