Qué extraño es el mundo del arte. Y el de los artistas. Sobre todo el de aquellos que viven físicamente de su producción artística. Esta dependencia les hace crear, en general, una escala de valores en la que el arte ya no ocupa el vértice sino que se supedita al éxito. Ese fin fundamental termina condicionando todas sus actuaciones. Otra vez la medida económica como forma de explicación del mundo.
Y lo que ocurre con el creador directo, que es el que está en primera línea del arte, me parece que le sucede y nos sucede a todos los demás, aunque no estemos en dependencia directa de la creación.
He releído la antología preparada por Enrique Martín Pardo, “Nueva poesía española (1970) y “Antología consolidada (1990). Esta antología fue una de las que sirvió para catapultar a aquella generación de poetas llamados Novísimos, hoy un poco menos valorada.
Como sucede siempre en este mundo de la poesía, lo primero no es crecer sino matar al padre, regodearse en señalar -no siempre con ejemplos ni con causa- la maldad o el agotamiento de todo lo realizado anteriormente. En esta ocasión, el antólogo vuelve a dejarse llevar por la inercia y dedica más de la mitad del esfuerzo en denostar a los poetas del realismo (la generación precedente) en vez de gastar todas sus energías en poner en valor a los poetas de su elección. Así arranca el colega: “…He reunido en esta antología si no los más “representativos” de su generación, si los que a mi juicio se han planteado con más seriedad el propósito de hacer una poesía con todo el bagaje cultural posible que distorsione los pobres y acartonados postulados poéticos que hasta ahora han imperado en nuestro país.” Y se queda tan fresco.
No es lo más importante que tenga o no tenga razón en lo que afirma, asunto muy discutible siempre y aseveración con la que yo no estoy del todo de acuerdo. Lo esencial es que no muestra ni una sola razón que induzca a esa conclusión. De un plumazo y sin un solo argumento, deslegitima a toda una generación de poetas, hoy, por cierto, bastante más frecuentados y reconocidos que algunos de los que él antóloga.
Solo unas líneas más abajo continúa: “Nuestra poesía pasa por uno de sus momentos más difíciles. El desgaste y empobrecimiento de las formas de expresión, que han rayado en el más lamentable prosaísmo, la ausencia de una auténtica proyección cultural, nos han llevado a esa monotonía y falta de rigor que caracteriza a casi todos los poemas publicados estos últimos años.” Pues vale, lo que tú digas. Pero podías argumentar un poquito y, solo después, y con un poquito de humildad, mostrar tus preferencias y tus descartes. Lo que molesta no es una preferencia, que en este campo todo es muy complicado y el gusto es fundamental; lo lamentable es la forma de rechazar todo de una vez como para empezar desde las cenizas. Así cualquiera sale airoso. Pero de boquilla solo.
¿Por qué en el arte siempre hay que matar al padre? El esnobismo por el esnobismo es la misma sandez que la repetición por la repetición. ¿Por qué los valores hay que negarlos por principio en vez de promocionar otros que serenamente se impongan a los anteriores porque nos parezcan mejores, no porque sean diferentes?
¿Es aplicable esto solo al arte? Uffffffffffffffff.
miércoles, 23 de junio de 2010
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