martes, 22 de junio de 2010

UNA DEDICATORIA GENIAL

Ya fuera de las obligaciones de las aulas, esta mañana hemos llevado a un centenar de muchachos a visitar la Zona Arqueológica de Las Cavenes, en El Cabaco. No tenía ninguna gana de ir pero la decisión valió la pena. Por muchas razones pero sobre todo por la que describo aquí.

Era media mañana y nos acabábamos de bajar del autocar. Me llamó un grupo de alumnos y me hicieron retirarme un poco del gran grupo. Me entregaron una caja que contenía un libro firmado, una pluma estilográfica, una foto con los alumnos de su grupo y una pequeña caja de bombones. Y me dedicaron, otra vez, un muy sonoro aplauso.

Todo lo que allí había tenía su simbolismo. La pluma es humilde pero ellos saben lo que me gusta la escritura y aprecian que me guste. El libro es señal de nuestro trabajo y de mi afición por los libros y por la lectura. La fotografía es un recuerdo vivo de todos ellos. Y los bombones, ay los bombones. Cómo conocen lo goloso que soy y las veces que habíamos gastado bromas con los bombones y con mi forma tan democrática de repartirlos: uno para mí, otro para ti y otro para mí; uno para mí, otro para ti y otro para mí… Por desgracia, casi nunca se me había logrado que llevaran dulces a clase para repartirlos.

Nada era demasiado especial ni espléndido ni derrochador. ¿Nada? Bueno, todo, por el simbolismo que encerraba.

Pero faltaba la guinda de este bonito pastel.

“Antonio, abre el libro”. Lo abrí y en la página de guarda estaban escritas estas palabras, en caracteres grandes y claros:

“TE QUEREMOS

GRACIAS POR AYUDARNOS A SER UN POQUITO MÁS FELICES.

Laura Castellano

Paula Bueno

Luis García

Laura Martín

Rebeca González

Kevin Pérez

Marta Sánchez

Dani Sancho

Isabel González

Laura Martín

Lorena Ramos”

Esto sí que es una firma de libros y no lo de la Feria del Libro del Retiro en Madrid. Yo sé muy bien por qué han escrito estás palabras y no otras. ¿A que es una pasada?

Me ruboricé y me puse un poquito tiernecillo. ¿Un poquito?

Ahora mismo también me ruborizo un poco por seguir anotando estas cosas que se refieren a mí mismo. Me pido un poquito de perdón. Pero me siento muy a gusto.

Seguramente me quede aún cualquier otro episodio. Pero ya, después de esta joyita…

4 comentarios:

sociedaddediletantes.blogspot.com.es dijo...

Es una joya, que habla muy bien de los alumnos y del profesor que algo muy bueno tiene que haberles enseñado.
Felicidades, y gracias por compartir ese pequeño suceso tan hermoso.

mojadopapel dijo...

Ternura, y quizás ¿ya nostalgia?....yo creo, que ante un hecho así, es un orgullo y nó pedanteria compartir este pequeño y gran homenaje que te hacen los alumnos por meritos propios(los tuyos) con una dedicatoria realmente bonita "profe".

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:

¿Le ha quedado algún bombón?.
Veo que sus alumnos han aprendido a practicar la POESÍA.
La juventud no es -únicamente- la garantía de la belleza en lo físico, sino que además guardan tesoros maravillosos, que sorprenden gratamente.
¡Cómo no van a quererle!. Igual que usted a ellos. Pero no se malacostumbre, o tendrán que hacerse todos los días los encontradizos por las calles de Béjar, para decírselo con palabras.
No niegue que ese TE QUEREMOS le ha sabido mejor que el mejor de los chocolates.

Saludos. Gelu

antonio merino dijo...

Buenos días, lloroncete:

¡Cuántas veces, en nuestras conversaciones, hemos hablado de las diferencias de nuestros respectivos trabajos! ¡Cuántas otras te he confesado la envidia que siempre he tenido a quienes os dedicáis a la enseñanza!. ¡Cuán distintos unos y otros trabajos: el mío, consistente en ensuciar, con palabras técnicas y vocablos asépticos, montones de folios en blanco; el vuestro, en escribir palabras con alma en las páginas blancas de tantos jóvenes corazones!.
Algunas veces, hemos hablado también de si el trabajo de “educador” (mejor que “enseñante”, para utilizar tu mismo vocablo) está suficientemente retribuido. Ahora tienes la respuesta. Acaso podría reconocerse con algún que otro euro mensual más, sin embargo ningún otro trabajo lleva aparejada la certeza de sentirse querido. Yo, al menos, nunca he visto que los legajos mostraran algún tipo de afecto a ninguno de mis compañeros en su jubilación, ni por supuesto espero que se produzca tampoco el milagro cuando llegue, si llego a alcanzarla, la mía.
Ante los hechos que nos cuentas, no me queda más que decir: BUEN TRABAJO, AMIGO. DESCANSA EN PAZ (en la paz de tu familia, de tus amigos, de tu terraza, de tu lectura, de tus paseos....; la otra paz que tarde mucho tiempo en llegar, porque aún nos quedan otras muchas cosas por vivir).
Un abrazo fuerte.