sábado, 1 de mayo de 2010

¿QUÉ HACÍA YO ALLÍ?

Había abierto bastante la mañana y lo que en las primeras horas era niebla y fresco se convirtió en luz, sol y calor. La Plaza Primero de Mayo aparecía con escasa gente cuando ya se llegaba la hora de salir en manifestación. Poco a poco se fueron acercando más personas. Los limones se habían quedado en la Peña de la Cruz. Ya habrá tiempo otro día. Se repartieron pegatinas y banderas. Alguien me ofreció una y amablemente la rechacé. No soy hombre de banderas ni de pancartas, aunque, si hace falta, pues ahí estamos. Fue Pedro el que enseguida entendió lo que ya conoce. Me puse al pecho una pegatina sindical, más discreta y menos espectacular.

Pasadas las doce, la comitiva se puso en marcha. No sabría decir si con más o con menos asistentes que en otras ocasiones. Un coche comenzó a propagar consignas. Se nota la diferencia cuando el encargado pertenece a CCOO o a UGT. Esta vez las consignas eran repetitivas y siempre con el mantra del No en cada frase. A mí me gustan más las humorísticas o las que incorporan elementos positivos y de ánimo. Creo, con perdón, que las que yo le ofrezco a Pedro otros años tienen algo más de guasa y de recorrido.

De pronto me di cuenta de que no compartía todo lo que se decía en las proclamas. Empecé a pensar que incluso algunas de las cosas que se reclamaban yo ya las tengo conseguidas para mi persona. ¿Qué hacía yo allí en esa manifestación?

Pues hacía lo que ya sabía que iba a hacer: testimoniar con mi presencia que este mundo no está del todo bien hecho, que las desigualdades nos comen por todas las esquinas, que alguna vez al año hay que dejarse ver para recordarlo a todo el mundo, que soy un privilegiado y no me lo puedo permitir en silencio.

No era este año el más propicio para las organizaciones sindicales precisamente. Hay mucha gente que les reclama acciones más drásticas ante la situación laboral por la que atraviesa el país. Otros aprovechan para sacar a pasear todos los trapos sucios que encuentran en ellas. Y los tienen, claro que los tienen.

A mí, sin embargo, me parece que siguen siendo organizaciones imprescindibles para buscar un equilibrio entre las fuerzas productivas, una piedra de toque a la conciencia social, un recuerdo cotidiano para entender que la producción la hacemos entre todos y que la socialización de cualquier esfuerzo es imprescindible.

No conozco favores que personalmente me haya hecho el sindicato en toda mi vida laboral; es más, ni siquiera me manda los recibos para descontarme unos eurillos de la declaración de la renta y se los tengo que pedir cada año y enfadarme con ellos, me molesta lo que entiendo como falta de tensión en muchos de sus liberados, me gustaría que algún día también los sindicatos dieran la razón al empresario frente al trabajador porque hay trabajadores que no tienen un pase, me gustaría que atendieran posibilidades de todos, me gustaría verlos más de clase, es decir, trascendiendo los elementos estrictamente laborales, me gustarían muchas cosas.

Sigo viéndoles, no obstante, más ventajas sociales que inconvenientes. Sin esos vigilantes sociales, las fuerzas económicas se comerían el orden y las aproximaciones entre todos los ciudadanos.

Y pienso, por supuesto, en los sindicatos ideologizados, o sea, los llamados sindicatos de clase; los otros, los corporativos, no son más que otras patronales disfrazadas, con el egoísmo de sus afiliados como único fin. Si ya corren el peligro de no considerar la realidad en conjunto los sindicatos de clase, es mejor no imaginarse siquiera lo que hacen los otros. En el fondo, todos los demás son simplemente sindicatos “arios”, que solo cumplen dos objetivos: el horario y el salario. El de sus afiliados y nada más. Me apena oír que los sindicatos de clase se exceden en sus funciones y que se preocupan de asuntos políticos. ¿Pero qué es lo que quieren los críticos, que no piensen nada más que en sí mismos? A mí me parece que les falta precisamente un grado mucho más intenso de ideología que sustente las acciones que realizan. Naturalmente que ideologizados, ¿pero qué se creían? ¿Cómo los quieren, bobos y egoístas? Acabo de decir que esos son los sindicatos corporativos, o sea, los sindicatos “arios”. A esos hoy no se les ha visto en la calle; para ellos no se juega el partido de los trabajadores en plural, se juega solo el partido que les afecta a ellos personalmente y nada más.

El día siguió con el sol como dueño. La Corredera nos acogió para leer el Manifiesto. Y para cantar la Internacional. Qué atrasados somos, ¿verdad? A mí me sigue emocionando lo que simboliza ese himno. Mayor y trasnochado, ya se sabe. Qué le vamos a hacer.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Jo, pues que te hemos echado de menos en los limones...qué se le va a hacer con tanto evento, y se que hay que repartirse, y agradezco tu gran sinceridad y neutralidad en tu entrada.

mojadopapel dijo...

Antonio..¿Dónde estás?.