Seguramente Kant dejó fijados los límites de la mente y Marx puso en evidencia lo esencial de la evolución histórica en la conformación de esa mente y en el valor de los conceptos.
Pero ya todo se hacía en una máquina imparable de fabricar ideas y de concretar técnicas que hicieran visible la ciencia y el bienestar que esa técnica podía aportar al ser humano.
Por ello la filosofía empieza a moverse en el mundo de la ciencia, en el intento de dar orden y sentido a la suma de los principios y de las aplicaciones. La filosofía se tiene que echar a la calle a tomarse cañas con la realidad y con su orden más humano. Tal vez la filosofía se haya hecho esencialmente ciencia y ética. Ahora ya, tal vez, el fin del conocimiento no es el de conocer por conocer, sino la acción y el bienestar humanos; sus averiguaciones tienen que buscar el mejor orden de lo existente en cada momento.
Así lo reconoce N. Bobbio: “El lector verá en el diario (es un prólogo a un libro) algunos puntos de partida contra la falsa profundidad, la inútil oscuridad, la vacuidad y la hipocresía de la filosofía académica, que no teme las aguas agitadas de nuestro tiempo solo porque flota sobre ellas como un corcho. La tarea de los filósofos, hoy, es la de pensar hasta el fondo las cosas, no la de continuar pensando sus propios pensamientos: es la de salir de sí mismos, según la vieja máxima del espiritualismo. Hace falta un enorme esfuerzo de la imaginación para prever todas las consecuencias de las transformaciones que el mundo ha sufrido en estos últimos años vertiginosos.” El problema de la guerra…
O M. Horkeimer:”Donde la filosofía no ejerce ninguna función práctica pierde su fuerza: las raíces se secan.” Sociología.
Parece razonable indagar si la filosofía encara esta nueva realidad de la misma manera que la ciencia. Si así fuera, sencillamente estaría sobrando. Su misión radica precisamente en la forma especial de indagarla, de hacerle frente. ¿Cómo?
Esto dice B. Russell: “El valor de la filosofía debe ser buscado en una larga medida en su real incertidumbre; la filosofía, aunque incapaz de decirnos con certeza cuál es la verdadera respuesta a las dudas que suscita, es capaz de sugerir diversas posibilidades que amplían nuestros pensamientos y nos liberan de la tiranía de la costumbre. Así, el disminuir nuestro sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son aumenta en alto grado nuestro conocimiento de lo que pueden ser; rechaza el dogmatismo algo arrogante de los que no se han introducido jamás en la región de la duda liberadora y guarda vivaz nuestro sentido de la admiración, presentando los objetos familiares en un aspecto no familiar.” Los problemas de la filosofía.
No parece que sirva la ciencia por la ciencia ni la técnica por la técnica: hay que poner orden y concierto en ellas. Ahí enraíza la filosofía actual y su valor.
Un autor mucho más reciente, próximo y hasta conocido, opina así: “El desarrollo de la técnica exige la vigencia de determinados valores en la sociedad, como son la coherencia lógica en los sistemas de preferencias, una cierta vigencia de los principios de eficacia y de racionalidad económica y en general alguna forma de moralidad racionalmente aceptable. Por otra parte, el propio proceso de innovación tecnológica, al ampliar el campo de lo posible y de lo realizable, altera los contenidos de los sistemas de preferencias, demanda nuevos valores y los hace cristalizar. En definitiva, los sistemas tecnológicos no solo se nutren de conocimientos científicos y de valores sociales, sino que demandan determinados tipos de conocimientos y de valores, es decir, de sistemas culturales.” M. A. Quintanilla en Problemas conceptuales de las nuevas tecnologías.
Todavía falta un paso grande para situarnos en la superación de los productos reales y para sumergirnos de lleno en los valores solo simbólicos, o sea, en el dinero y en las bolsas como configuradores de las sociedades más actuales. Dejémoslo hoy ahí, que ha subido la bolsa.
lunes, 10 de mayo de 2010
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