martes, 11 de mayo de 2010

EL FILÓSOFO EN LA FÁBRICA

Si la filosofía asume como misión darle forma a la ciencia, encontrar los valores comunes en los que esta cristaliza, formar, en definitiva, una ética de la misma, corre un serio peligro que ya han advertido algunos filósofos. Tiene la necesidad de mantenerse en su autonomía si no quiere convertirse, en palabras de Ortega, en una “criada para todo”. No puede olvidarse de que ya forma parte del mundo real, como la ciencia y la técnica, pero ha de conservar sus propios parámetros. La filosofía tiene que ponerse en relación con la ciencia pero para hacer de esa ciencia algo civilizado y con práctica social justa.

Palabras de Bertrand Russell hablando como filósofo: “El conocimiento científico es una bebida embriagadora y cabe que la raza humana no pueda soportarla. Cabe que, como los hombres que construyeron la Torre de Babel con la esperanza de alcanzar el cielo, los hombres que buscan los secretos del átomo sean castigados por su impiedad recibiendo por accidente los medios de exterminar la raza humana y tal vez la vida de este planeta. Desde algunos puntos de vista, esta consumación no sería totalmente lamentable, pero difícilmente estos puntos de vista pueden ser los nuestros.” Nuevas esperanzas para un mundo en transformación.

Y otro tanto sucede con el mundo de la técnica, ciencia aplicada, como se sabe. El filósofo necesita asumir un compromiso social, de tal modo que, por encima de los elementos técnicos, prevalezca la necesidad de un orden moral y humanizado. Tal vez porque, como de nuevo vuelve a recordarnos B. Russell “El mundo está lleno de peligros, pero no hay ninguno que sea tan formidable como el hombre.”

¿O qué es lo que salta a nuestra vista en este mundo? Sin duda la certeza de la capacidad científica y técnica, pero un reparto escandaloso de sus frutos, de tal modo que buena parte de la sociedad aparece brutalizada y animalizada, cuando no como parte de una ingente y escandalosa masa de indigentes. En este poderío casi absoluto de la técnica, el pensamiento y la libertad se encogen hasta el punto de que, en casi todos los niveles, espacios y tiempos, no llegamos ni siquiera al nivel de la descripción, cuanto menos al de la comprensión y al de la explicación.

M. Horkheimer: “A la práctica industrial, en constante progreso, se deben, junto con la elevación del nivel de vida, la neutralización, no solo de la filosofía, sino también de toda teoría no enderezada hacia el enseñoreamiento. El pensamiento libre está solo, entre los partidos y los bloques de poderío, y el desvanecimiento de la posibilidad de configurarlo en el mundo real conduce a su atrofia.” La filosofía como crítica de la cultura.

¿Se imagina uno conceptualmente a un filósofo en el organigrama de una fábrica? ¿Y en la organización de toda una rama de la producción? Y aún más, ¿todo esto no se concreta en una participación política de los filósofos? ¿Serían los filósofos los mejores gobernantes? Parecería que volvemos de nuevo a Platón y a Aristóteles.

Estaríamos entonces en el epígrafe de la filosofía y la política. Le dedicaremos otro momento de atención.

No hay comentarios: