domingo, 16 de mayo de 2010

O ACASO TAL VEZ NO

De nuevo solo en mi estudio y con el fin de semana casi vencido, me vuelvo a dar un paréntesis para observar al filósofo que había dejado al cuidado de una cadena de montaje, o en la Moncloa, o simplemente en un asiento de cualquier corporación o parlamento. ¿Me dejarán Sara y su recuerdo, sus manitas de terciopelo y su cara de pilluela?

Los peligros acechan al filósofo pensando y pensando, sin fuerzas para la decisión, viendo pegas y aristas en cualquier piedra, con la bondad y la sabiduría a cuestas y recibiendo zarpazos por todas partes de los lobos que se ocupan solo de la derrota ajena y casi nada en el bien común.

Pero es que acaso el principal peligro lo tenga en sí mismo, en sus propias teorías. ¿Qué haría un filósofo postmodernista dirigiendo y articulando leyes si su fundamento anda precisamente anclado en la relatividad de las verdades?

Voy a imaginarme a un filósofo que ve que los mercados se le vienen abajo, que lo llaman por teléfono desde los centros de poder más selectivos para que actúe en algún sentido y para que tome medidas inmediatas, que se asoma al poder del dinero y se da cuenta de que es ingente y casi cósmico, que se achica y que comprende que tiene que actuar de alguna manera de hoy para mañana, y de que, además lo tiene que hacer según el aire que ventea porque, si no, resulta peor el remedio que la enfermedad. ¿Cómo puede plantearse en su cabecita alguno de los asuntos del ser humano aunque sea en comunidad y en el transcurso de un tiempo específico? Sospecho que, a la primera puerta que encuentre abierta, sale por piernas y no lo vuelven a ver en mil leguas a la redonda.

Pues, a pesar de ello, sigo necesitando en los centros de poder gente que mire a todas partes, que articule principios, que proponga análisis racionales y no solo de provechos particulares, que maneje los datos con cabeza y sin egoísmo, que se cuestione también el sistema en el que actúa por si tiene que propiciar su cambio, que compare posibilidades, que sopese beneficios, que mire por el hombre y no por un hombre, que trabaje por dignificar a sus conciudadanos y no por sumirlos en el sueño de los números y del estrés.

Y, si no me ponen a una persona que dedique todos sus esfuerzos en el pensamiento, que al menos me los llamen de vez en cuando para que manifiesten su opinión, que me los saquen del fondo del armario y me los pongan de vez en cuando en lo alto de la pared para que se dejen oír, que les den valoración social y que no los desprecien, que no los consideren simplemente bichos raros y peligrosos, que al menos puedan confrontar opinión con Belén Esteban y similares.

Mientras tanto, nos tenemos que conformar con advenedizos y con egoístas, con gente de medio pelo, si no es con arribistas o simplemente con imbéciles mentales que encima –y esto es lo peor- sacan pecho y parecen estar salvando al mundo y perdonándole la vida cada día.

Pues eso, que invoco a la razón para que despliegue sus fuerzas entre nosotros: acaso es la única esperanza de unión entre los hombres y la salvaguardia para nuestra subsistencia.

Así lo ve Freud: “La prohibición de pensar que la religión decreta en servicio de su propia conservación entraña también graves peligros, tanto para el individuo como para la comunidad humana. La experiencia analítica nos ha enseñado que tal prohibición, aunque limitada originalmente a un determinado sector, integra una tendencia a extenderse, haciéndose entonces causa de graves inhibiciones en la vida individual. (…) Representémonos cuán imposible se haría la sociedad humana si cada individuo tuviera también su tabla de multiplicar y un sistema especial de pesas y medidas. Nuestra mejor esperanza es que el intelecto -el espíritu científico, la razón- logre algún día la dictadura sobre la vida psíquica del hombre. La esencia misma de la razón garantiza que nunca dejará de otorgar su debido respeto a los impulsos efectivos del hombre y a lo que por ellos es determinado. Pero la coerción común de tal reinado de la razón resultará el más fuerte lazo de unión entre los hombres y procurará otras armonías. Aquello que, como la prohibición religiosa de pensar, se opone a una tal evolución es un peligro para el porvenir de la humanidad.” Nuevas lecciones de psicoanálisis.

Y, a pesar de todo…

No hay comentarios: