Solo me quedan brumas de este día por todo el horizonte. Pero en medio del mar surgió una vela que flameaba al viento, un punto en el confín del horizonte, un refugio y un faro, una estrella en la noche y una serena fuente inagotable.
He ido a ver a mi madre a Salamanca. Mis ratos a su lado se acotan y se encierran, se protegen de todo y se hacen fuego, se desdoblan contemplando su rostro, que se hace más pequeño con el paso de los días. Otra vez sentadita en su butaca, como una muñequita tejida de algodón, susurrando palabras todo el tiempo, marcando relaciones inconexas, abriendo sensaciones y destellos para dejarme imbécil, como en pasmo: “Es mi hijo, mi hijo”. Y yo dándole abrazos, besándola sin tino, queriendo que me sienta tacto a tacto.
Mañana irá a quedarse por un tiempo al centro inaugurado del Alzheimer, muy cerca de la casa de mi hermana. Sé que es el mejor sitio por múltiples razones, pero hay algo que me duele por ahí dentro, y me duele muy fuerte. No sé cómo expresarlo con palabras. Por eso me sumerjo en el silencio. Te quiero mucho, madre.
lunes, 8 de diciembre de 2008
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1 comentario:
Desde el fodo del alma, desde mbien adentro, un abrazo, hermano.
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